Tribuna
Barbarie humana con rostro de Putin
Exdiputat i senador
Aparte del dolor físico que producen las armas, existe otro, el de los corazones, entiéndase a lo que afecta a los sentimientos, un dolor que puede ser cruel, desesperante, inaguantable y traumatizante, como es el caso que se está viviendo en el conflicto bélico de Ucrania. El autoritario, dictador y sanguinario Vladímir Putin, no tan solo ha invadido con la fuerza de las armas, el territorio ucraniano, en lo que se conoce como una guerra, si no ha tenido la osadía de ir más allá, atacando vilmente a la población civil, a los más indefensos, convirtiéndose en responsable de crímenes de guerra, violando el Derecho Internacional Humanitario.
Muy al contrario del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que se ha convertido en un indiscutible líder en su país, con el reconocimiento y admiración de la comunidad internacional, claro está, la de los países democráticos que no, los pro soviéticos. Si tuviera que buscar la diferencia entre Putin y Zelenski, la resumiría en aquella cita del poeta catalán Salvador Espriu, cuando escribía: «A veces es necesario y forzoso que un hombre muera por un pueblo, pero jamás ha de morir todo un pueblo por un hombre solo».
Mientras las tropas rusas avanzan sobre el territorio de Ucrania, son millones los civiles que huyen del campo de batalla, con el único propósito de salvar sus vidas, alegándose del ruido aterrador de las sirenas, bombas, llantos o gritos, subsistiendo en los subsuelos de las poblaciones, que una vez llegan al filtro de las fronteras, los hombres de entre 18 y 60 años no pueden cruzarlas, estando obligados a separarse de sus familiares, con despedidas desgarradoras, volviendo al frente de la guerra. Son multitudes de mujeres y niños, llegando a países vecinos, arrastrando maletas, con niños sujetos en sus brazos, aferrándose estos a sus peluches, como bálsamo ante el miedo, en algunas ocasiones con la compañía, de alguna que otra mascota en este triste destierro.
El enfrentamiento armado ha ocasionado un brote de sentimiento nacionalista, provocando sean muchos los jóvenes y mayores, que voluntariamente acuden a los centros de reclutamiento militar, coincidiendo en el frente padres e hijos. No debe olvidarse, el conflicto bélico que sufre Ucrania, aparte de los intereses económicos que pueda tener la oligarquía rusa o países afectados, tiene una gran peso emotivo, como es en este caso el nacionalismo, los conflictos con altas cargar de emotividad suelen ser los más crueles y largos.
A la realidad de la traumática separación entre maridos y esposas, como de padres e hijos, se suma una nueva, la generacional. La cultura ucraniana, como la de muchos países, permanecer cerca de los padres y ayudarlos en la vejez, así como estos, de poder estar acompañados del cariño y protección de sus hijos. Aquí también existe una fragmentación, tan solo observar, como son pocas las personas mayores que llegan a las fronteras, han preferido quedarse en sus derruidos hogares, para no ser una carga para sus hijos y nietos en su larga huida.
A toda una separación forzosa de familias, surge la preocupación de la incertidumbre si algún día se podrán reagrupar, reconstruyendo sus vidas, la experiencia de las absurdas guerras, han demostrado que tendrán que pasar varias generaciones, para dejar de percibir el dolor, odio y en algunos casos el rencor de las mismas, lo que nunca sucederá es que pasen al olvido, siempre quedaran en la memoria de la historia, lo que nunca hubiera tenido que suceder, puedo dar fe de ello, como hijo de unos padres, cada uno de bando diferente, que sufrieron la guerra civil española y las consecuencias de reconstrucción de un país, de ellos mismos aprendí, que en una guerra no hay ganadores, ni tampoco vencidos, todos pierden y en especial la sociedad civil.