o sé si Will Smith conocía al actor Tony Leblanc, diría que no, porque entonces vivía en Filadelfia, donde «crecía y vivía sin hacer mucho caso de la policía». El padre de Torrente explicaba a Santiago Segura cómo debía pegar un puñetazo en un rodaje sin hacer daño. Ponía la mano de una manera determinada para provocar mucho ruido sin que quien recibiera el golpe tuviera que ir al dentista. Viendo los Óscar lo he recordado, he mirado la mano del Príncipe de Bel Air y diría que allí había mucho aire y algo de princesa. Vaya al microondas a buscar el café que os cuento dos anécdotas y ya vosotros pensáis.
En el escenario del teatro de Ordino, Santi Millán debe perseguirme desde el escenario y tenemos que simular una pelea. Las cámaras, colocadas en lugares estratégicos, graban la persecución y en el momento que consigue engancharme, me sustituyen por un muñeco vestido como yo a quien Santi le da puñetazos. Los espectadores del teatro miran absortos sin saber qué ha pasado, hasta que mi doble es lanzado sobre sus cabezas. Acabada la escena, veo que Santi se agarra la mano y tiene sangre. Se ha hecho daño simulando darme un golpe. Aquella semana escribo una escena: Miguel Ángel Rodríguez, el Sevilla de los Mojinos Escozíos, debe meterse en un maletero de un todoterreno. Un guardia civil de la aduana de Andorra debe descubrirle y echarle la bronca. Hay gente que está mirando la grabación y uno de ellos se acerca a decir que a quien se le ocurre querer pasar la frontera dentro de un maletero.
Señores, el mundo del espectáculo es un espectáculo. El humor es humor. Me imagino que todo el mundo que se ha ofendido en los cuatro años que hago coña aquí quisiera pegarme una ostia. Perdonad que recibo un WhatsApp. Ah, sólo es un vídeo antiguo de Will Smith en un show norteamericano cachondeándose de un músico calvo.