Siendo un joven periodista, encontré extraño que, fuera donde fuese, había un alcalde o un concejal imputado. Yo era un niño cuando salí de Jerez, donde el alcalde Pacheco estaba imputado. Años después viví en Reus con un alcalde imputado, fui a vivir a Tarragona, donde había un consejero local en el local de los jueces. Luego fui a parar a L'Hospitalet de Llobregat, con alcaldesa investigada, en Cornellà con teniente de alcalde detenido. Allí donde estuviera siempre había un político en los «papeles». Y eso debe hacernos pensar: es imposible que todos los municipios de España estén llenos de chorizos. Habitualmente coincide que en la oposición hay lo que la gran Rocío Jurado hizo popular: «¡dehtructores!». En Maspalomas, estuve a punto de casarme con Cardoso, concejal en la oposición, porque estaba todo el día encima mío denunciando que si el alcalde hacía esto o hacía aquello. En La Línea, igual, que si plicas abiertas, que si tierras cavadas (y no por un campesino) o movían más planos que Eiffel. Ninguno de los que he mencionado han terminado en prisión y ellos no tenían Inipros, tenían un autobús eléctrico lleno de mierda. Quizás el «tema» está en «otros lugares» y no queremos verlo. Mira esta noticia de El País en 1990: «El Supremo otorga a los descendientes del conde la gestión de las playas de San Bartolomé». ¡Reconocían ciertos derechos de propiedad sobre una playa pública! ¡Pau, me pido la Larga!
Soy independentista, y lo sabéis, y crítico con los del 155 y la madre que les parió, pero no odio ni a Ballesteros, ni a Floria. Y os diré la verdad, cuando leo titulares sobre la instrucción de uno de estos casos, siempre pienso: «¡Qué teatro!». Está claro que yo no era de joven la periodista Letizia Ortiz y, por eso, no me gusta la pena de Telediario.