El periodismo no está pasando por momentos de gloria bendita, ni sin bendecir. Por eso quiero explicaros uno de los temas de culto, porque sé que sois jóvenes e inexpertos. Ocurrió en Estados Unidos mientras Jaime Morey -garganta profunda- nos representaba en Eurovisión-72. Dos redactores del Diari Més de Washington, «Bob Moi» y «Carl», descubrieron un caso de espionaje cuando un Pegaso entró a llevar fotocopiadoras al Pentágono, ese aparato todavía poco conocido. ¿Cómo? La fotocopiadora, hombre, no el Pegaso. Pero, escondidos dentro de las copiadoras, colocaron micrófonos porque ya se sabe que lo más importante de una oficina pasa en la fotocopiadora (especialmente en temas de cotilleo y amorosos). Un equipo del FBI iba oyendo las conversaciones:
(piip)
- ¿Oriol? ¿Me oyes? Hay mucho ruido. ¿Dónde estás?
- ¿Sí? Te oigo. Es que tengo lo que nos pusieron en el móvil.
- ¿El Bizum? ¿El Paraulógico?
- No, Joan, desde que ya no estás en Madrid que no lees la prensa: lo de espiar.
- ¿Crees que sería demasiado pedir que nos pusieran un porrón de vino de Gandesa en la mesa de negociación?
--Lo podemos intentar, pero creo que son más de porros que de porrón. (piiip) (cuelga).
Interesante, ¿verdad? Esta acción de espionaje se intentó encubrir por parte del gobierno. Pero cuando se descubrió el caso del Pegaso, el Congreso abrió una investigación que destapó actividades dudosas de acoso ideológico. Se utilizaba a la CIA para perseguir a los contrarios políticos. Sabéis esa frase de Chiquito de «¡Te voy a matar en agosto!» pues viene porque el presidente del gobierno se largó ese mes, un año antes de que «dimitiera» un tal Franco. ¡Cómo explico la historia, cómo lo explico!