El lunes pasé una mañana agradable en Cambrils saludando a amigos que te dan de comer, lo contrario que los de Hacienda. Era un acto organizado por aquellos de Repsol de la Pobla, que parece el nombre de una cantante flamenca. A los de la petroquímica les gustó lo que hacían los romanos en el Masters de Augustus, y premian con una chaqueta de la AEHT a los restauradores que tienen un Sol. Ahora la asociación cambiará de nombre y se llamará «Gracita Morales», porque están todo el día diciendo «¡Cómo está el Servicio!».
Total, que me he emborrachado y he decidido okupar la oficina de Pep Bertran. Le he dicho al de seguridad que soy un periodista que me he dejado el Boli del Moi en una rueda de prensa. «¡Hombre! ¡El de los Mandamientos!». Una vez dentro he puesto los pies sobre la mesa, como Aznar en el restaurante Casa Bush. He aprovechado que el teléfono era gratis para llamar a unos cuantos amigos, pero ha sonado el aparato y lo he cogido. Era el director de un medio pidiendo dinero para publicidad. He imitado la voz de Pep «Chato, no tenemos un duro, pero, ya sabes, es culpa de Putin». Los amigos han fumado «aquello» y han decidido ir a la sala de reuniones para debatir el precio que debía tener el Queroseno, el GLP y, puestos a hacer, la ginebra Bombay. Entre risas hemos acordado enviar un mail desde el ordenador de Pep a Javier Sancho diciendo que los costes de producción permitían vender todos los combustibles a 69 céntimos. No os preguntéis por qué esa cantidad tan extraña. Eso sí, la ginebra debía ser gratis, ha gritado Escipión, un amigo que tiene una cicatriz en medio de la cara. ¡Pam! ¡Pam! Han golpeado la puerta. «¡Policía!» Me he apresurado a contestar: «Esto es una adquisición legal de la posesión del artículo 521-2 del Código Civil de Catalunya». El del CNI ha aclarado que no venían por eso, sino porque habían oído por el Pegasus que la ginebra era gratis.