Como dice Almodóvar cuando se encuentra a alguien de los suyos: «Ay, hija, de todo hace cuarenta años». Precisamente de esto hablaré, que todo lo que ahora nos sorprende no debería alterarnos tanto porque lo del Catalangate, un show con nombre de dentífrico, ya se conocía hace siglos. Quizás no tendría esa denominación de origen, pero estaba claro que se hacía sin móviles, ni Pegasus. Si en la mitología es un caballo alado, los que lo hacían en el siglo XIX iban simplemente a caballo, como ese producto de higiene, sin alas, pero con capa.
Como sé que pensáis que este artículo lo hago en dos minutos, hoy os demostraré lo contrario.
Tal día como hoy hace doscientos años, el rey Fernando VII estaba sentado con sus asesores pensando cómo podía frenar una de las Españas. No hace falta tener un posgrado en Historia en Harvard, como aquel del PP (no recuerdo cómo se llamaba) para saber que a quien quería perjudicar era a los liberales y progresistas. En 1823 nacía un cuerpo policial. ¿Sabes qué día? Efectivamente, el 1 de octubre de ese año. Aunque su función debía ser matar a bandoleros, aquel rey tan majo los utilizaba para perseguir políticamente. La diferencia es que la represión no era meter en la cárcel a un cantante, sino ahorcar a cien jóvenes, y lo hacían entrando en las casas de madrugada (¿os suena?) después de espiarles. Y, al terminar, se tomaban un carajillo tranquilamente en el bar.
Cuando estalló el glorioso alzamiento nacional el servicio de inteligencia era más o menos como el túnel de Glòries, desastroso. Si Azaña hubiera tenido un buen servicio de espías, no le habrían alzado nada. Él vivía tranquilo en la montaña, como el «probe» Miguel de la canción y limpiando sus gafas redondas. ¡Vaya! ahora que venía lo bueno: la época de Manglano, el CESID y Narcís Serra, me ha pasado como ellos, que ya no tienen espacio.