«¡El Moisés lo hará bien!», se escuchó en una de las reuniones del Consejo de Cardenales que celebrábamos los de El Terrat en Andorra. Me llevaron a un teatro, a Ordino, y cuando vi que había más sillas en esa platea que en un ayuntamiento, me asusté. No había calculado que a la gente que se sentaría allí se le añadirían las cámaras, los focos y los famosos que entrevistaban. De repente, me vi entre bastidores con las frases que debía decir en el escenario apuntadas con boli en la palma de la mano. Como aquel chiste del «Ver-mut, ver-mut», repetía mi texto como un político tartamudo. Aunque fuera nevaba, yo empecé a sudar sin darme cuenta de que el guion -era breve- se iba borrando de mis manos. Graset gritaba desde el escenario que entrara el personaje que yo tenía que representar, mientras yo, escondido y temblando, no salía porque no sabía qué decir. Opté por bailar y hacer el payaso delante de Els Pets, a los que entrevistaban. Aquello sí que era miedo escénico y no el de Margarita Robles.
Señores, hace unos días, los amigos de Repsol han hecho un Consejo de ancianos de La Pobla y han tomado una decisión ante un café y unas pastas, y la humanidad ha vuelto a oír aquel «¡El Moisés lo hará bien!». La cosa está de nuevo relacionada con el teatro, sin cámaras, pero sí con personajes famosos: todos periodistas. Estoy planchando la americana que robé en un mercadillo por 29 euros y los zapatos comprados en una tienda de Arucas, en Canarias, por 15 euros. Estoy escribiendo el guion en papel, esta vez no utilizaré la piel humana, que será lo que utilizarán ellos para tapizar las sillas de su despacho si la cosa no sale bien. Espero que cuando acabe el show tomemos un café con pasta... de las que llevan un grabado del preparao.