Cuando no sé de qué escribir, miro las redes por si hay alguna lubina. Lamentablemente, casi siempre hay muchas pirañas y pocas gambas de Tarragona. Ahora estaba en ese momento de papel -Word- en blanco y he visto que alguien preguntaba si estamos locos en un tuit donde se ve un aula de Estados Unidos donde los niños hacen un simulacro. Se ponen una especie de alfombra antibalas en la cabeza por si hay un ataque armado. Un listillo dice «¿Estamos jodidamente locos?». Sigo, dos mujeres recorren la Castellana de Madrid buscando prostitutas para darles preservativos y preguntarles por su salud. Una señora de una masía cercana a la autopista AP-7 reparte agua y café en una retención de cuarenta kilómetros. Un grupo de personas intenta evitar un desahucio enfrentándose a los Mossos que, probablemente, sólo siguen órdenes... Son ciudadanos que luchan contra fenómenos que un gobierno no puede, no quiere o no sabe solucionar.
Este «estamos jodidamente locos» no me ha gustado, porque creo que va dirigido a nosotros, el pueblo, cuando debería hacer referencia a quienes mandan. Ya estamos acostumbrados a las tragedias cotidianas. Lo diré claramente: en esta sociedad nada funciona. Punto. Y la culpa no es nuestra, es de los gobernantes, de los monopolios, de los oligopolios y si me apuras, incluso del Monopoly, que debe ser donde aprenden a hacer negocios los del IBEX. Puedes pasarte toda una vida reciclando, y en la India una empresa tirará al Ganges el equivalente de lo que caga toda Tarragona en un siglo.
Mientras arreglan el tema de las armas en Estados Unidos, la prostitución en España, el show de la AP-7 gratuita, los desahucios, los plásticos, la contaminación... poner una manta antibalas en la cabeza de los niños, repartir condones, intentar evitar que un matrimonio de ancianos se quede en la calle o visitar prostitutas en la Casa de Campo es tan digno como cobrar una nómina del Congreso de los Diputados.