Por si Rubén Viñuales gana el concurso «¿Quién quiere ser millonario?» gracias al comodín del público, o Pau y la Bruja Avería siguen mandando a los chiripitiflauticos de la Font, les daré unos consejos.
Primero: expropiaría parte de la Avenida Catalunya y volvería a construir el estadio del Nàstic donde estaba, en la esquina de Rovira i Virgili. ¿Por qué? Diréis vosotros, asustados, pensando en el aparcamiento. Pues muy fácil, para reactivar el comercio de la zona. ¿Os imagináis el Roslena, la vinatería y aquella panadería modernita lo que facturarían? Y, puestos a hacer, el cementerio está a cuatro pasos, y a medio camino hay un sitio que venden flores y lápidas, para aquellos que sufren mucho viendo a árbitros delincuentes. Por suerte no soy jugador de fútbol y lo peor que puede hacer la federación si se enfada es pintarme gafas y bigote con boli en el artículo.
También cambiaría el nombre de Subdelegación del Gobierno en Tarragona, y le llamaría simplemente Gobierno Civil. ¿Os imagináis la tinta que se ahorrarían en las cabeceras de los documentos con un nombre más corto? Corto en el sentido de longitud, que éstos se cabrean enseguida. A continuación, crearía un banco que se llamaría «Bancoñordo» y lo ubicaría en el edificio de la Rambla, frente a la cámara de Comercio. Finalmente, encargaría a aquel albañil de Bonavista que hizo las columnas del Foro de la Colonia, que intentara darle a la Savinosa un aire de imperio romano. Y enredaría a los turistas a pagar entrada para ver una villa romana auténtica. Yo, por cuatro duros, les haría una ruta llena de mentiras. Diría que Julio César almorzaba en el Bonachí y tomaba gin-tonics en los chiringuitos de la Arrabassada. El dinero que se recaudara iría a una nueva partida presupuestaria: «Fondo reservado del Ayuntamiento», sólo con la intención de cometer prevaricaciones y recalificaciones. Es que, hijos míos, Pau tiene una cara de buena persona que tira de espaldas. Y eso no es un alcalde como Dios manda.