Comercio
La Geladeria de los treinta y cinco veranos cierra puertas
La heladería de la plaza del Rey de Tarragona ha cerrado después de 35 años
El pasado mes de octubre Teresa Figueres Jové bajó por última vez la persiana de La Geladeria, un establecimiento que abrió en 1988 y que, con los años, se ha convertido en punto de referencia y de encuentro a la Parte Alta.
«Han sido treinta y cinco veranos», explica Teresa, haciendo cuentas desde aquel mes de mayo del 88 cuando, con su amiga Teresa León, se enredaron en esta aventura. Las dos estudiábamos lo que entonces se llamaba BUP en el Martí Franquès, y como el curso iba de octubre a mayo, cogimos el alquiler para abrir de mayo a septiembre. Ninguna de las dos tenía experiencia, pero vimos que la cosa funcionaba y que la podríamos llevar cada año», recuerda Teresa. El negocio fue bien desde el principio, asegura, subrayando que «fuimos de las primeras terrazas de Tarragona, y sobre todo de la Parte Alta». Del oficio, detalla, «aprendimos a medida que trabajábamos». Sobre todo, explica recordando el trabajo con Teresa León, que murió en 2022, «porque las dos teníamos bastante buena voluntad, nos aveníamos y sabíamos qué queríamos».
Clientes no les faltaron nunca: «Pasaban muchos turistas que venían del Circo o del Pretorio e iban al Arqueológico o a la Catedral». La ubicación del negocio, en un lugar de paso en la plaza del Rey, hizo que, además de despachar helados y refrescos, también dispensaran información turística o consejos sobre lugares donde ir a comer. «Nos encontrábamos a menudo con que nos preguntaban dónde estaba el Museo Arqueológico, porque aunque lo tenían delante de las narices, si no te acercabas, no veías que era aquello», recuerda divertida. También que, en primavera, el grosor de passavolants eran estudiantes de fuera: «Debieron ser siempre del mismo instituto, porque cada año venían con el mismo material y nos hacían las mismas preguntas». Todos estos clientes foráneos se mezclaban con los locales, que eran el grueso de la clientela: A veces, miraba la terraza y decía: Mira, de nueve mesas, siete son conocidos».
Entre las historias que quedarán para el recuerdo también está la invención del nombre de la mamadeta, que se forjó en su barra: «Cuando te has tomado un par de cervezas, decir La bebida de Santa Tecla es un poco difícil», explica divertida a Teresa.
¿Ante la pregunta de I ahora, qué?, encoge los hombros: «En invierno no trabajábamos, así que todavía no es muy diferente. Lo notaré cuando llegue la primera Semana Santa». Eso sí, de comer helados, asegura que no ha quedado harta: «Sigo comiendo, porque me gustan mucho. Me tengo que contener».