Diari Més

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La intoxicación informativa con fines políticos es tan vieja como la Humanidad. Aunque no existiera Internet, las invenciones siempre se difundían con mayor eficacia que la información rigurosa. Jesucristo dijo: «La verdad os hará libres», pero, muchos siglos más tarde, el novelista Jonathan Swift nos mostró la realidad descarnada: «La falsedad vuela mientras que la verdad se arrastra cojeando detrás de ella».

En la Edad Media, los cristianos culparon a los judíos de realizar asesinatos rituales de niños. De esta forma, una minoría marginada se convertía en chivo expiatorio de los problemas colectivos. Ya había un objetivo al que dirigir la ira de las masas. Siglos después, un documento falso, Los Protocolos de los Sabios de Sion, presentaría a los hebreos como siniestros conspiradores a la búsqueda del dominio mundial.

Entre los expertos en hacer que lo blanco parezca negro y viceversa, Joseph McCarthy merecería un puesto de honor. Durante la ‘caza de brujas’, su histérica campaña contra el comunismo, persiguió a muchos supuestos ‘rojos’, acusados de ser amigos de la Unión Soviética. En realidad solo era más o menos progresistas y a veces ni eso, tan solo republicanos. El Torquemada de las barras y las estrellas los atacaba para presentarse a sí mismo como el látigo de los enemigos de la nación.

Cuando aún era senador, John F.Kennedy intentó desacreditar al presidente Eisenhower denunciando la supuesta debilidad militar de Estados Unidos. El país, supuestamente, se estaba quedando atrás en la carrera armamentística con los rusos. Cuando JFK llegó a la Casa Blanca, su Secretario de Defensa, Robert McNamara, se dio cuenta enseguida de que la realidad era la contraria: una ventaja aplastante frente a los comunistas.

Los rumores nunca son inocentes. Muchísima gente aceptaba como artículo de fe que Pasqual Maragall, alcalde de la Barcelona olímpica, era alcohólico. Nadie le vio borracho nunca, pero nunca faltaba quién explicara que el color de de su piel le delataba. Una vez más, el observador intentaba acomodar la realidad a sus prejuicios. Por desgracia para los empiristas, es la teoría lo que determina nuestra mirada, no al revés.

En la actualidad, la Rusia de Putin utiliza poderosos medios digitales para expandir la desinformación por todo el mundo. Se ha entrometido en las elecciones de Estados Unidos, en apoyo de Donald Trump. Moscú, por supuesto, niega siempre los hechos. Las redes sociales favorecen este tipo de manipulaciones porque es técnicamente posible enviar la propaganda al tipo de gente más propensa a ser receptiva a sus mensajes. De esta forma, con objetivos políticos, se difunden todo tipo de mentiras. Y siempre encontraran público. Es un hecho que todos bajamos la guardia con los ‘nuestros’. Con los ‘otros’, en cambio, nuestra capacidad crítica se agudiza. Somos más incisivos y susceptibles.

Decía Bernat Muniesa, un profesor de la Universidad de Barcelona, que todo progreso lleva aparejado nuevas tiranías. Tenía razón. Internet lo muestra de una forma muy clara: es una bendición, al poner a nuestro alcance posibilidades insospechadas para documentarnos, pero también un peligro. Cualquier disparate corre como la pólvora y no siempre es fácil distinguir lo realidad de lo ficticio.

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