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Un vecino de Calafell, pendiente de que se juzgue el accidente laboral que lo dejó tetraplégico hace 14 años

Miguel Bejarano se cayó de una altura de nueve metros mientras trabajaba en una obra sin las medidas de seguridad adecuadas

Miguel Bejarano, un vecino de Calafell con una incapacidad del 96% por un accidente laboral ocurrido en 2006.

Un vecino de Calafell, pendiente de que se juzgue el accidente laboral que lo dejó tetraplégico hace 14 añosACN

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Miguel Bejarano, vecino de Calafell, asegura sentirse «maltratado» por la justicia. En febrero del 2006 cayó al suelo desde una altura de nueve metros cuando trabajaba en una obra en Móra d'Ebre. Una caída que le provocó una tetraplejía con discapacidad del 96%. Las inspecciones en el lugar de los hechos concluyeron que la empresa, Trumes, había cometido un supuesto delito contra la seguridad de los trabajadores, ya que la red de protección estaba apedazada y faltaban otras medidas de prevención. Catorce años después, el caso todavía no se ha juzgado debido al colapso del sistema y a la lenta resolución de numerosos recursos presentados por los acusados. Miguel teme que la dilación lleve a los tribunales a dar el delito por prescrito.

La investigación del accidente de Miguel recayó en 2006 en los juzgados de Gandesa que, seis años después de los hechos, concluyeron que había quedado tetraplégico porque se habían incumplido las medidas de seguridad en la obra donde trabajaba. Miguel recuerda aACN que no llevaba puesta ninguna línea de vida –una cuerda que lo sostuviera en caso de caída- y destaca que la red que tenía que parar el golpe se agujereó porque estaba apedazada. «Si la red hubiera estado en condiciones, todo habría quedado en un accidente leve y yo no estaría sentado en esta silla», lamenta.

El magistrado de Gandesa envió a juicio a la empresa promotora de la obra, la empresa constructora, dos coordinadores de seguridad –uno murió- y el director del plan de seguridad. Todos, como presuntos autores de un delito grave contra la seguridad de los trabajadores. Una vez cerrada la investigación, el caso se remitió al juzgado de lo penal de Tortosa para celebrar la vista oral, pero varios recursos presentados por los acusados hicieron que la causa se moderara hasta que la Audiencia de Tarragona resolvió todas las alegaciones.

Finalmente, el año pasado se señaló el juicio oral en Tortosa para el 29 de enero de este 2020. La hospitalización de uno de los acusados, sin embargo, provocó la suspensión de la vista, que nunca se ha llegado a reprogramar. «Todo han sido estrategias para alargar el proceso al máximo», se queja Miguel, que remarca que él es «la única víctima» de todo este periplo judicial.

Casi quince años después de los hechos, teme que la conclusión de los jueces sea que el delito ha prescrito, tal como reclaman los acusados. El abogado de Miguel admite que esta es una posibilidad «real». Recuerda que los delitos contra la seguridad del trabajador prescriben al cabo de tres años, pero sostiene que el proceso ha sido largo porque en Gandesa hubo varios jueces sustitutos, mientras recuerda que la causa ha sido compleja por la cantidad de acusados. Si finalmente queda prescrito por la vía penal, el abogado prevé explorar la vía civil.

Ante el retraso acumulado, Miguel pide más «humanización» de la justicia. «Somos personas, y no números ni procedimientos penales», lamenta, asegurando que está viviendo «situaciones muy amargas». «La justicia ha pisado mis derechos a la hora de tener un juicio justo y sin dilaciones», añade, y asegura que no descarta instalarse en las puertas de los juzgados de Tortosa para visualizar su situación.

«Tenía muchos planes de futuro»

Miguel tuvo el accidente con 30 años, un momento en que asegura que «tenía muchos planes de futuro», como construirse una casa propia. «Pero mi vida se quedó allí», recuerda. En relación a los daños que le provocó la caída, dice que la lesión medular «es difícil» de asumir «pero te acabas acostumbrando». Lo peor, remarca, son las numerosas secuelas que sufre, como dolores neuropáticos, infecciones de orina y espasmos, entre otros. «Todo eso se agrava cuando , además, luchas contra un proceso judicial inhumano de casi quince años», insiste.

La situación en que se encuentra lo convierte en una persona totalmente dependiente, y asegura que tiene un gasto mensual de más de 4.000 euros para pagar una cuidadora y los tratamientos necesarios. Una carga económica que afronta gracias al apoyo de sus padres, ya que explica que su pensión como persona incapacitada no llega a los 2.000 euros.

Hasta ahora, Miguel ha cobrado dos indemnizaciones después de llegar a un acuerdo con los representantes legales de las empresas promotora y constructora, dos compañías que cerraron hace años. La primera indemnización la cobró seis años después del accidente, mientras que la segunda se firmó hace pocos meses. Asegura que aceptó estas dos soluciones amistosas de mala gana, renunciando a los intereses de demora.

En total ha cobrado 300.000 euros, y ahora mantiene las acusaciones contra los responsables del dispositivo de seguridad de la obra. En global, reclama una indemnización de cerca de un millón de euros y penas de tres años de prisión para cada uno de los acusados. A su vez, la Fiscalía pide que los cuatro acusados asuman una indemnización de 450.000 euros.

Miguel subraya que el objetivo de celebrar el juicio es conseguir que alguien se responsabilice del accidente y pague una indemnización que le permita disponer una casa adaptada y de los servicios necesarios, como un fisioterapeuta que asegura que ahora no se puede pagar. «Sólo quiero vivir tranquilo lo que me queda de vida», pide.

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