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Agricultura

La comunidad de regantes del Penedès pide implicación a los propietarios de los terrenos

Este viernes se celebra la junta constitutiva con previsión que el riego llegue a los cultivos en un margen de 4 a 10 años

Detall de terra seca en una vinya.

Detalle de tierra seca en una viña.ACN

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Campesinos y propietarios de cultivos de secano del gran Penedès están convocados este viernes para crear la nueva comunidad de regantes. En julio el exconseller Mascort se reunió con el sector para dar el pistoletazo de salida simbólico al ente, si bien hoy en Sant Jaume dels Domenys se celebrará la Junta Constitutiva.

El campesinado está expectando a las adhesiones finales porque sólo se pueden inscribir los propietarios de las tierras, y en la veguería predomina el arrendamiento y aparcería. Con todo, hay esperanza para sumar al menos un 60% de adhesiones, las mínimas que pide la Generalitat para empezar a caminar. Se espera que el riego llegue en un margen de 4 a 10 años. «O aprovechamos el agua o estamos muertos», avisan los impulsores de la comunidad.

La comunidad de regantes del Penedès se pondrá en marcha oficialmente este viernes en Sant Jaume con una mezcla de ilusión e incógnitas. De la junta constitutiva de esta noche tiene que surgir un equipo de personas que encabece el ente de forma provisional y se encargue de redactar los estatutos. La previsión es aprobar estos estatutos de aquí pocos meses y escoger entonces la junta que liderará el ente.

Desde Unió de Pagesos y desde la Federación de Cooperativas Agrarias de Cataluña (FCAC) apuntan que el verano del 2023, en plena sequía «extrema», se evidenció que había que dotar los cultivos de riego de soporte. La preocupación principal se situaba en las viñas, fuente básica de la economía de la veguería, pero la falta de agua también hacía estragos en los melocotoneros, olivos, algarrobos y almendros.

A la desazón por la falta de agua se sumaba que varios campesinos del Baix Penedès habían constatado que la depuradora de Santa Oliva vertía diariamente a un torrente del Vendrell una gran cantidad de litros que quedaban malgastados. Dada la situación, el ayuntamiento de Sant Jaume dels Domenys lideró una primera propuesta de riego de apoyo para las 800 hectáreas de cultivo del pueblo. La propuesta se ensanchó hacia el conjunto del Baix Penedès y finalmente la Generalitat planteó crear una comunidad de regantes que abrace también el Alt Penedès, el Garraf y parte de Anoia. En total, 48 municipios.

«Es un proyecto faraónico, y de los primeros basados en agua regenerada, sin depender de pantanos o ríos», destaca a ACN el alcalde de Sant Jaume, Magí Pallarès, que ha liderado toda la tramitación burocrática para crear la comunidad de regantes hasta llegar a la reunión de esta noche. Pallarès subraya que la entidad nace para evitar la muerte de las vides y «garantizar un rendimiento óptimo en las viñas».

Como ejemplo, señala casos de fincas en que una red de riego de soporte procedente de pozos particulares ha permitido mantener cosechas de cerca de 9.000 kilos de uva por hectárea. En cambio, en los cultivos más afectados por la sequía la vendimia se ha quedado en escasamente 1.500 kilos.

60% de adheridos para empezar a caminar

Los campesinos insisten en que crear la comunidad es fundamental, «o el Penedès se irá a hacer puñetas». Uno de los impulsores del ente y agricultor en el Baix Penedès, Fèlix Sans, celebra que la comunidad de regantes pueda ser un salvavidas que garantice el futuro del sector después de la mortandad de vides registrada en 2023.

Desde Unió de Pagesos, Josep Esteve asevera que esta necesidad en un cultivo de secano hace que la nueva comunidad «no sea una comunidad de regantes tradicional». «Sólo está el objetivo de ofrecer riego de soporte para salvar la vida de los árboles, pero nunca se podrán incrementar las producciones», precisa.

La clave para que la nueva entidad sea una realidad es la suma de adhesiones suficientes entre los propietarios de las 25.000 hectáreas susceptibles de riego. Y es que la Generalitat ha fijado que hace falta que se inscriban el 60% de los propietarios de las diferentes zonas donde puede llegar el agua. La previsión es que la administración pague el 85% del coste de la obra general, mientras que los propietarios o campesinos tendrán que asumir el 15% restante y también la infraestructura de dentro de su finca.

Uno de los factores que puede condicionar las adhesiones es el hecho de que en el gran Penedès pocos propietarios son los que trabajan las tierras, ya que la mayoría tienen contratos de arrendamiento o aparcería con los campesinos. «Habrá que ver si los propietarios querrán adherirse a la comunidad, querrán hacer un pacto con sus agricultores o preferirán desentenderse», dice Josep Esteve, que cree que el envejecimiento del campesinado también puede condicionar la decisión final.

A su vez, Fèlix Sans es más optimista y da por hecho que hay margen para modificar los contratos particulares. Este campesino advierte que «los propietarios también tienen que entender que el valor de la tierra con agua es diez veces superior a una finca totalmente seca».

Otro de los factores determinantes a la hora de sumar o no adhesiones serán las cantidades de agua que se permitan utilizar, las cuales tendrán que quedar establecidas a los estatutos. Encima de la mesa hay una horquilla que va de los 500 en los 1.500 m3/hectàrea cada año. Entre los diferentes actores consultados, predomina que la cantidad óptima sería regar cada año con 1.000 m3.

Grifos en las viñas a partir del 2028

La previsión es que la infraestructura de la comunidad de regantes se base al aprovechar sobre todo el agua de las depuradoras, la cual se almacenará en depósitos para poder utilizarla cuando empiece la época de reg. La obra principal también incluirá el sistema de cañerías hasta el acceso a los cultivos.

Sans estima que los primeros grifos podrían llegar a las fincas situadas en torno a las depuradoras hacia el 2028, «si todos los procesos burocráticos y técnicos siguen el curso previsto». Desde Unió de Pagesos, en cambio, sitúan el horizonte mucho más lejos: «Tenemos que aceptar que eso es un proyecto a largo plazo, y que antes de diez años aquí no podrá regar nadie», augura Josep Esteve.

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