Movilidad
Confusión, desconcierto y resignación en Sant Vicenç de Calders el primer día del operativo especial
Varios usuarios lamentan retrasos en los buses alternativos que compensan el corte ferroviario en Roda de Berà
Pasajeros corriendo, varias caras malhumoradas, informadores intentando poniendo orden y una amplia flota de buses arriba y abajo protagonizan este martes el entorno de la estación de tren de Sant Vicenç de Calders. «Es un infierno», afirman algunos usuarios, entre los cuales ha habido quejas por retrasos de más de 20 minutos sobre el horario previsto.
El corte de tráfico en el túnel de Roda de Berà por las obras del Corredor Mediterráneo ha convertido Sant Vicenç, en el Vendrell, en el punto clave de las comunicaciones entre las Terres de l'Ebre, el Camp de Tarragona y Barcelona. El dispositivo de buses ha sido «un estrés máximo» para varios viajeros, que lamentan que «nunca es posible llegar a la hora al trabajo». Este operativo será vigente hasta marzo.
Los pasajeros que quieren ir a la capital catalana han llegado aquí en bus para coger después un rodalies que les permita completar el viaje. Los que viajan hacia el sur, esperan los buses para completar su desplazamiento, en medio de un caos porque cada destino tiene una línea de bus alternativo específica.
Al operativo extraordinario por el corte en Roda de Berà, a partir de las 8 h se ha sumado el corte diario del R4 entre Sant Vicenç de Calders y Vilafranca, también debido a las obras del Corredor del Mediterráneo.
«Es una barbaridad»
Poco antes de las siete de la mañana el exterior de la estación de Sant Vicenç se ha convertido en un caos de autobuses maniobrando, un hormiguero de informadores con chaleco amarillo y centenares de viajeros intentando ubicarse en una nueva rutina que los acompañará durante los próximos cinco meses.
«Es una barbaridad, no entiendo como no han diseñado una alternativa a todos los transbordos de buses y trenes», se ha quejado Joaquim, que ha salido muy pronto desde Cambrils con uno de los buses alternativos hasta San Vicenç, donde se apresuraba para coger un cercanías de la R2 Sur hacia Barcelona para ir a trabajar.
Entre los usuarios consultados por ACN, la gran mayoría estaban enterados del dispositivo alternativo pero esto no ha evitado el malestar. Vanessa, que viajaba de Torredembarra en Sitges, donde trabaja como profesora de instituto, ha relatado que su bus ha llegado a San Vicenç con 25 minutos de retraso respeto la hora anunciada. «Esperamos que mañana vaya mejor, y prefiero no pensar que nos esperen cinco meses así», ha asegurado.
El follón horario también ha afectado Miquel, que tenía que coger un autobús alternativo desde Torredembarra pero este ha marchado justo cuando llegaba a la estación y ha tenido que ir hasta San Vicenç acompañado por un familiar en coche. Este usuario ha lamentado que «ya era difícil llegar cada día en Barcelona a hora», y ha definido como «un infierno» el nuevo escenario con el qué tienen que convivir.
También se ha quejado de las dificultades para llegar al trabajo puntual Jordi, que ha advertido que «el gran problema» llegará cuando acaben las obras porque se incrementará considerablemente el tráfico de trenes. Ha augurado que los trenes de mercancías peligrosas supondrán un riesgo para la población y los alojamientos turísticos, «que dejará en un hazmerreír la tragedia que hubo hace décadas atrás al camping de los Alfacs».
En cuanto a los pasajeros que viajaban desde el Vendrell hacia el sur, eran un volumen muy menor pero con una situación igual de incómodo en muchos casos. Joan, vecino de Vilafranca, se mostraba «muy nervioso» ante el desconocimiento del bus que tenía que utilizar para ir hasta Vila-seca, donde iba a estudiar. «Es todo muy estresante porque nos hacen esperar sin mucha información», añadía.
Este joven restaba de pie ante la puerta principal de Sant Vicenç, en un cercado donde Renfe intentaba dirigir las colas de los pasajeros en función de su destino. Algunos han llegado a esperar 25 minutos para ir al centro de Tarragona debido a una confusión con las rutas. Teresa se lo tomaba con resignación y relataba entre risas que lo habían hecho ir arriba y abajo sin aclarar cuando saldría el bus de su ruta. A su lado, un chico con muletas compartía la espera de pie mucho más malhumorado.