Sant Pere impregna el centro de luz, color y pólvora en su despedida
Desde primera hora de la mañana, hasta bien entrada la noche, el centro hirvió con los actos que protagonizaron los grupos festivos y la imagen del santo
El jolgorio en la Festividad de Sant Pere arrancaba ayer muy pronto, a las siete de la mañana, de la mano de los grupos 'grallers' de la ciudad y del Ball de Diables, con las Matinades Tronades. Preparaban ya el terreno para la gran Tronada de las once de la mañana en el Mercadal, que como es habitual, reunió a centenares de personas que no perdían detalle de los artificios que se iban sucediendo al rectángulo central de la plaza. A media tarde, el Águila esperaba, en las puertas del Prioral, la imagen de Sant Pere para dedicarle su baile solemne. Minutos después, arrancaba un Seguici que, como cada uno de los actos de la Fiesta Mayor, tiene mil y una historias por explicar, como la de uno de los costaleros del Basilisco, Adrià Balart, emocionado instantes después de salir de las entrañas de la bestia: «Para mí llevar uno de los elementos de mi fiesta, de mi ciudad, yo que soy de Reus de toda la vida, lo es todo», explicaba. Los menores, que siempre ponen el toque más divertido y despreocupado de la fiesta, hacían de las suyas al paso de los Nanos por la calle Monterols. Un grupito, después de dar la mano a los elementos y bailar un poco con ellos, emprendió la marcha tras suyo. Querían desfilar con los Nanos hasta el Mercadal. Los padres reían.
¿Pero qué preguntan los pequeños a los Nanos? Uno de los costaleros lo explicaba: «Muchos se quedan parados, pero hay algunos que nos preguntan cómo es que no hablamos. ¡Aparte de mantener al personaje, tampoco nos oirían!», decía riendo. En la solemne Professó del Sant, la sucedería un gran estallido de fiesta. En Mercadal había una joven que esperaba los truenos finales, pero parecía no tener bastante con los kilos de pólvora que ponen los grupos festivos: ella llevaba su propio material. «Tengo la costumbre, en los últimos truenos, de llevar mis propias bengalas de colores. Este año he traído seis y tengo unos amigos que también han traído más», explicaba Vanesa Rayo. Pues así, como una bengala, transcurrió, a grandes rasgos, la Fiesta Mayor de Sant Pere: rápida, deslumbrante y con mucho olor en pólvora. Ayer llegó al mango; se apagó, pero sólo hasta el próximo año.