Unos jóvenes echan piedras de la antigua vía de Lérida a la calzada de bajo el puente
Juegan a encestarlas encima de los focos y justo debajo hay las aceras que unen el centro con la urbanización Sant Joan y la escuela La Vitxeta
Miles de piedras para entretenerse haciendo puntería, un punto elevado desde donde tener un control absoluto de la situación y múltiples escapatorias por si hace falta huir. Unos metros abajo, peatones, ciclistas, motoristas y coches pasando. El puente pequeño encima de la calle Ventura i Gassol, en desuso desde la eliminación del tramo de vía entre la estación de Renfe y el cementerio, que formaba parte de la línea Reus-Lleida, es, desde hace tiempo, un quebradero de cabeza para los vecinos de la urbanización de Sant Joan. Según explica el residente Jaume Virgili, un grupo de jóvenes se dedica, de vez en cuando, a lanzar el antiguo balasto que servía de base en las raíces, hacia la calzada inferior. «En una ocasión me los encontré y avisé a la policía, pero cuando los agentes llegaron, ya se habían marchado», apunta al vecino, quien asegura que estos hechos se multiplican en verano. Los jóvenes juegan especialmente a encestarlas encima de las chapas protectoras de los focos de iluminación de los dos lados del puente, sin tener en cuenta que justo debajo están las aceras, las que actúan de cordón umbilical para la movilidad a pie de los vecinos de la urbanización y la escuela La Vitxeta.
«Es muy peligroso lo que hacen», asevera al vecino, refiriendo las lógicas consecuencias que puede tener para una persona recibir un impacto en la cabeza o a la cara del balasto. Ayer mismo se podían observar algunas de estas piedras en el suelo, repartidas entre la calzada y las aceras. De hecho, es habitual que los conductores las tengan que esquivar para no dañar las ruedas del vehículo, más todavía en el caso de ciclistas y motoristas.
Virgili, quien durante muchos años luchó junto con los vecinos de esta urbanización de cerca de un centenar de viviendas por conseguir un puente que suprimiera el paso a nivel por donde tenían que cruzar, se lamenta ahora de que ADIF, el gestor de infraestructuras ferroviarias, no haga nada para eliminar este peligro que supone el balasto. «Lo que pido es que venga un camión, las carguen y hagan lo que quieran con ellas», expone. Y las quejas no acaban aquí, a Virgili y los residentes de la calle Llobregat, lo que queda en paralelo en la antigua vía –ya sin raíces–, denuncian la dejadez de la empresa pública en la limpieza de la vegetación que ha ido creciendo en los lados. Tienen temor que un incendio de estos matorrales pudiera acabar afectando a sus viviendas. «Lo tenemos a diez metros de la puerta de casa, aquí si cae una cerilla, ya me dirás...», asevera el hombre, quien recuerda que tiempos atrás ya sufrieron un pequeño incendio de esta maleza.