Cultura y Ocio
Un paraíso para|por los coleccionistas en el barrio de Carme de Reus
El 4 de septiembre abre Col·lectors Club, punto de encuentro para los aficionados a compilar
Un cartel curioso y chillón decora los bajos de la esquina que forman las calles Sant Jaume i Alt del Carme. Es imposible que pase desapercibido. Se lee «Col·lectors Club» con las tipografías de la Coca-Cola y de Star Wars. Las letras están escritas sobre uno col·lage «friki» y atractivo a la vista. Lo forman unas figuritas de Lego Star Wars, unos Playmobils de personajes de Marvel, el Madelman de Superman, unas botellas de Coca-Cola y de otras marcas de bebida, el dorso de un calendario de la Damm, uno sobre azúcar y una placa de cava. El mundo del coleccionismo es el que pone en común todos los elementos de este cartel. «Queremos romper con la imagen carca que a priori tiene el coleccionismo. Buscamos que sea un espacio intergeneracional, abierto a la gente joven,» explica Joan Carles Llop, presidente del Col·lectors Club, propietario del local e impulsor de esta aventura.
Una iniciativa pionera
Col·lectors Club se inaugurará oficialmente el próximo 4 de septiembre, pero hace semanas que Llop lo abre de forma intermitente, y sale amablemente a recibir los curiosos que se quedan embelesados mirando el cartel o a los que sacan la cabeza para mirar los objetos que hay en el interior. No es una exposición detallada de cada colección, sino una muestra por ambientar: merchandising de la marca de bebida por excelencia, algunos de los Madelmans de Llop –dentro de las respectivas cajas–, cómics... En el fondo del local, una casa de muñecas que replica un Ryokan japonés, obra también de Llop. «Hay locales y asociaciones que aglutinan aficionados a coleccionar un tipo específico de artículos, como sellos, monedas o placas de cava, pero yo no conozco ninguno que agrupe todos estos tipos de aficiones», afirma Lobo.
Tampoco les consta a otros socios del club como el Eugeni Biosca, que también es vicepresidente del grupo filatélico y numismático de Reus, y delegado en el Baix Camp de una de las agrupaciones catalanas de coleccionistas de chapas de cava; Xavier Vidal, tesorero y socio fundador de la Asociación de Jugadores y Jugadoras de Rol de Reus; y Òscar Llop, hermano de Joan Carles y el encargado de construir y gestionar la web de la entidad. No es un simple portal, ya que cuando esté acabado también será un punto de encuentro virtual de los aficionados, y una herramienta poderosa y útil para catalogar las colecciones de manera rápida y sencilla. «Queremos normalizar el hecho de coleccionar y tener un sitio con información oficial, estandaritzada, y con el lenguaje que todo el mundo habla. En definitiva, un sitio de referencia», señala Òscar Llop.
Decenas de miles de objetos
«Un col·lecionista da valor en las cosas. La etiqueta de una botella de vino no tiene ningún valor en sí, pero si tienes 200 diferentes recogidas, la gente se admira al verlas», reflexiona Joan Carles Llop. Él empezó a coleccionar calendarios a los quince años, y ahora tiene más 4o.000, una de las colecciones de este tipo más extensas de Cataluña. «El coleccionista no empieza a compilar objetos para tener un número importante. Lo haces porque te gusta, porque tu abuelo tenía y has seguido con la afición...», explica.
Biosca tiene decenas de colecciones: sobres de azúcar, puntos de libro, objetos de Reus, envoltorios de chocolatinas... Una de las más extensas es la de placas de cava, por la cual contrató un seguro. «No sé cuántas tengo. Dejé de contarlas hace tiempo, cuando llegué a las 10.000», reconoce. «Ahora el mercado está un poco a la baja, pero se han pagado auténticas burradas, como 1.000 o 2.000 euros por una placa de cava», revela. También tiene una colección de unas 200 copas grabadas–de marcas y de ferias del vino y del cava, por ejemplo. Una de las más curiosas de Biosca es la de Doodles –los logotipos conmemorativos del buscador Google.
«Empecé a hacer capturas de pantallas, de los de aquí y de los otros países. También los imprimía y los guardaba. Ahora Google los tiene todos catalogados en un sitio web suyo», apunta. «Hay gente que sin darse cuenta de ello, tiene colecciones virtuales: Pokémon Go, World of Warcraft...», afirma Òscar Llop, que ve el coleccionismo como un hecho inherente a la condición humana. Entre las col·lecions más curiosas que conoce Biosca destaca la de condones, esquelas, o bolsas de vomitar de los aviones. «Cada vez que vuelo lo cojo, porque tengo un amigo que colecciona», indica Biosca.
Una «enfermedad»
Vidal colecciona cosas con las cuales se puede jugar, en torno a los juegos de rol o de estrategia, como por ejemplo cartas de Magic y Vampire o figuritas de Warhammer. En el mundo del coleccionismo son habituales las figuras de acción como los Playmobils o los Madelman que, para darle más valor, se suelen mantener para estrenar, en su caja original. «El coleccionista de élite cuando compra una figurita compra tres: una para guardar, una para jugar, y una para vender más adelante, y así tener dinero para aumentar la colección», ríe Llop. «El coleccionismo es una enfermedad que te tienes que controlar, y a lo que es muy aficionado le cuesta mucho hacerlo», remacha Biosca, en broma , y Joan Carles Llop asiente.