«Al alcalde de Reus, le he dicho que tiene que llevar patillas largas, pero no me hace caso»

—Muchos reusenses deben tener la sensación de que ha estado aquí toda la vida. ¿Cuándo abrió?

—El año 1980. Primero estuve trabajando doce años en la calle a Jesús, y después ya vine para acá arriba en la plaza Prim. Me gustaba este local y es un lugar donde puedo coger a mucha gente de fuera. He trabajado mucho, aquí.

—Además de passavolants ha tenido un buen número de clientes fijas, muchos de los cuales son conocidos reusenses.

—Sí, Andreu Buenafuente, por ejemplo, venía cuando tenía la oficina aquí al lado, antes de marcharse a Barcelona. Yo le arreglaba el pelo y, cuando se marchó, lo advertí que fuera con cuidado con cómo le cortarían. También he peinado a Jordi Cervera, Joaquín Oliva o Luis Antolin, entre otros.

—Imagino que los directivos de las grandes empresas debieron pedir peinados más clásicos.

—Sí, cuando uno está de cara al público, tiene que mirar mucho como va vestido y también el peinado, porque es el primero que ve al cliente. A veces veo directivos que llevan un vestido de 3.000 euros y un peinado que parece hecho por tres euros en cualquier sitio.

—También peinó al director de cine Bigas Luna.

—Cuando venía a Reus a comprar, pasaba por aquí para cortarse el pelo. Recuerdo una vez que me pidió que le hiciera una estrella detrás, y le hice. Quedó muy contento.

—Qué peinado le parece más apropiado para alguien que trabaja de cara al público?

—Pues, por ejemplo, el que lleva el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o el del líder de la oposición, Pablo Casado.

—Ya que hemos entrado en el mundo de la política, le parece que el alcalde de Reus, Carles Pellicer, va bien peinado?

—Con el alcalde he tenido mucha amistad y siempre le digo que está mejor con un poco de barba que tan afeitado. También le digo que se tiene que dejar las patillas largas, pero no hay manera.

—También se ofreció para peinar a Iñaki Urdangarín el día de su boda.

—Envié una carta a la Casa Real con una foto del peinado que le haría, con dos meses de tiempo. Me contestaron dando las gracias, y al final le cortaron el pelo corto y le pusieron gomina. Pero como a la iglesia hacía mucho calor, cuándo salió ya volvía a tener los pelos de punta.

—Usted se atreve con cualquier peinado?

—Claro está. Años atrás se llevaban mucho las melenas, y ahora han venido los cortes a máquina. Lo quieren muy rapado de los lados, pero eso pasará pronto, porque la gente se cansará.

—También han vuelto las barbas.

—Se llevan muy cortas, aunque todavía se ve gente con una barba como ‘de ir al pregón’, poco arreglada.

—Que técnicas utiliza?

—Yo corto el pelo de ocho maneras diferentes. Y tronco lo único que utiliza tijeras dobles, un invento mío, que va muy bien porque por una parte sacan volumen y de la otra ponen las puntas rectas. Un amigo mío, ingeniero, me decía que lo tenía que patentar. No lo hice, y ya hace tiempo que he visto que me han copiado. Antes también había llegado a cortar con un bisturí de médico.

—El peinado masculino no debe dar mucho juego, sin embargo.

—No, pero siempre puedes hacer mechas o teñir las canas. Yo también aconsejo a los clientes sobre cuál es su lado bueno, y hago el peinado para que destaque este lado. Todos tenemos un lado mejor que el otro.

—Tiene una larga trayectoria como peluquero, pero también dentro del sector.

—Puedo decir que he sido jurado del Campeonato de España de Peluquería, y también del de Cataluña. Fui presidente del Club artístico de Tarragona durante diez años y en una ocasión me escogieron a uno de los diez mejores peluqueros de Cataluña.

—Ya tiene quien lo siga, en el negocio y en el oficio?

—Sí, tengo una hija que se ha formado en alta peluquería, que el día que yo me canse, se pondrá.