Fotógrafa
«No he ido a buscar las imperfecciones, quería mostrar las señales de vida»
Meritxell Perpiñá expone en Rentadors del Casal de les Dones de Reus el trabajo fotográfico ‘Som així. La bellesa natural de les dones reals’
—¿En que ha consistido el trabajo en que ha dado pie a esta exposición?
—Esta exposición muestra un trabajo que empecé el año 2014, con la voluntad que las mujeres amamos tal como somos. Las fotografías las hice en el comedor de casa, con mujeres que son amigas, familiares, amigas de amigas... Fue corriendo la voz y las personas que querían ser retratadas se iban apuntando a una lista. Se trataba que vinieran lo más natural posible, sin maquillaje. Podían ponerse desnudas, semidesnudas o vestidas, pero la ropa no tenía que tener ningún protagonismo. Mi intención, desde el primer momento, fue captar su naturalidad.
—¿También tenía una voluntad reivindicativa?
—Sí, mi reivindicación es que nos tenemos que aprender a querer tal como somos. Aceptamos que la naturaleza nos ha dado el cuerpo que nos ha dado y que tenemos unas raíces, unos orígenes y una genética que hacen que es muy probable que nos acabemos pareciendo a nuestras madres y abuelas. Por lo tanto, pasarnos la vida castigándonos y autoflagelándonos porque no tenemos un cuerpo como lo que nos muestra la publicidad o un aspecto que no es como el de los estereotipos de belleza tan inasumibles no tiene ningún sentido. Es mucho más práctico amarnos tal como somos, porque la vida ya es lo bastante complicada porque, encima, añadimos este problema.
—¿Qué quería captar con las fotografías?
—Este es un trabajo artístico en torno a una disciplina, el desnudo, que me gusta mucho. Me gustaba el hecho de que las mujeres no fueran modelos, sino personas que no se habían puesto nunca delante de la cámara, porque eso les dio esta naturalidad que quería captar. También quería mostrar estos cuerpos, que son los que tenemos el noventa y pico por ciento de las mujeres, y que son muy diferentes, porque en la variedad está la belleza. No los vemos a la publicidad, pero tampoco en las redes sociales, porque tenemos la costumbre de esconderlos, no sabemos mirarnos al espejo y gustarnos.
—El punto de partida era mostrar cuerpos que no son perfectos, y el resultado nos enseña mujeres muy bonitas.
—Sí, es que todas son muy bonitas. La mayoría, cuando venían, me advertían que no se gustaban nada, o que siempre salían mal en las fotografías. Yo no iba a buscar las imperfecciones que ellas veían, sino que quería mostrar señales de vida, y demostrar que, sin retoques fotográficos ni maquillaje, podían salir guapísimas.
—¿Cómo se han visto, una vez retratadas?
—La mayoría han quedado muy paradas con el resultado. Yo les había advertido que si tenían granos o arrugas, saldrían los granos o las arrugas, que no eliminaría nada, y al final se gustaron mucho.
—La maternidad también es un elemento presente en el trabajo. ¿De qué manera?
—Yo tengo tres hijos, y la época en que me he gustado menos ha sido después de ser madre, y eso que no he tenido nunca muchos problemas de aceptación. El cuerpo cambia muchísimo, y me costó mucho volver a gustarme, porque pasé de ser mujer a ser madre. Hasta que no han sido grandes, no he vuelto a recuperar el ‘ser mujer’. Por eso, mi primer perfil de voluntarias tenían que ser madres, porque muchas mujeres se encuentran en esta misma circunstancia, no gustarse nada. Después, a medida que se van haciendo grandes, se van aceptando más a nivel psicológico o social, pero siguen tapándose el cuerpo.
—¿El proyecto sigue vivo?
—He estado un año sin fotografiar, pero ahora volveré y he decidido cambiar un poco la dirección. He empezado a trabajar en exteriores, a ver qué sale. Pero el mensaje es el mismo, mujeres que se muestran tal como son, en todos los sentidos, físicos y sociales.