Autora de 'Berenar sota les moreres' (Onada Edicions)
«Siempre me ha interesado la manera de hacer de las mujeres, somos muy complejas»
En su nueva novela, ‘Berenar sota les moreres’, Maria Lluïsa Amorós se adentra en la vida de cuatro amigas que se reencuentran al cabo de los años
—Su novela nos relata el reencuentro de cuatro amigas. ¿En qué circunstancias se reúnen?
—La excusa de la protagonista, Olívia, que vive en Dijon, es que cuando eran jóvenes y estudiaban en la universidad decidieron que, a pesar de se dispersaran, se irían reencontrando para no perder el contacto. Pero como pasa a menudo en la vida, que va tan deprisa, no lo hicieron. El año en que se encuentran todas hacen sesenta años, y es un poco difícil que se reúnan, porque Magalí vive en los Estados Unidos, donde se fue para ser azafata de vuelo, Elisa vive en Girona y la Pia en Barcelona. Todas, excepto Elisa, son de Reus, eran amigas de pequeñas, fueron juntas a las monjas francesas y conocieron Elisa en la universidad.
—Estas cuatro mujeres se hacen amigas a los veinte años y se reencuentran a los sesenta, un momento en que la vida se ve de manera muy diferente de cuando se es joven. ¿Cómo es esta mirada a la vida que hacen las protagonistas de la novela?
—Ellas eran cuatro amigas que se tenían mucha confianza, se explicaban amores y desamores de juventud. Pero ahora ha transcurrido mucho de tiempo, y son diferentes. Han interiorizado todo lo que han vivido y cuando se reencuentran no quieren descubrir sus secretos más profundos, quizás porque les hacen daño, o porque los han querido olvidar. Pero, inevitablemente, cuando se reencuentran el pensamiento de cada una las devuelve a la niñez, a las relaciones con los padres, a las relaciones entre ellas. El lector es cómplice porque lo va sabiendo a través de la introspección que hacen. Al final del encuentro, cada una reflexiona sobre sí son las mujeres que habían querido ser de jóvenes, si todos los proyectos de aquellos tiempos, tan osados y fantásticos, se han hecho realidad. Esta generación, que también es la mía, quería romper muchas cosas. Queríamos ser mujeres liberadas, viajar, trabajar, no nos conformábamos con quedarnos en casa y buscar pareja. Al cabo de los años, Olívia ha hecho lo que ha querido y vive en Dijon, la Pia es médica en Barcelona, Elisa es una abogada de renombre, y la Magalí una azafata de vuelo que ha trabajado en una compañía americana muy importante. Pero las cuatro tienen sus secretos, y piensan si todo lo que han vivido ha merecido la pena.
—¿Esta historia coincide de alguna manera con su momento vital? ¿Qué hay, de personal, en la novela?
—En mis novelas siempre escribo sobre escenarios que conozco muchísimo, y por eso los lugares los puedo describir de manera muy minuciosa. Pero los personajes son ficticios. Desde muy pequeña siempre he sido muy observadora, y me gustaba mucho escuchar a las personas mayores, que siempre explicaban cosas que me interesaban. Por suerte, también tengo memoria, y muchas de estas cosas me han quedado almacenadas y salen en el momento de escribir. En mis novelas para adultos hay muchas historias de mujeres, pero yo no soy nunca ninguna de aquellas protagonistas. Ahora, cuando por ejemplo en esta hablo de la niñez y adolescencia en Reus, evidentemente son cosas reales, de cuando yo era joven. De pequeña me gustaba mucho leer, y siempre he tenido mucha imaginación y me gustaba escribir, pero no tenía la intención de ser escritora. A los diecinueve años empecé a escribir la historia de una mujer de unos treinta años, pero cuando ya había escrito un par de hojas, decidí dejarlo porque no tenía suficiente experiencia. A medida que te vas haciendo mayor, te vas enriqueciendo con una serie de conocimientos y situaciones que te dan otra perspectiva a la hora de escribir. En cuanto al momento vital, sí que tengo la edad de estas mujeres, pero su manera de reflexionar no es la mía. Ellas son personajes y yo, como autora, plano siempre por encima, observo la situación como si viera una película.
—Los hombres aparecen en la vida de las protagonistas, pero lo hacen en un segundo plan, como actores secundarios. ¿Por qué le interesa tanto, el universo femenino?
—No tengo una explicación clara. Cuando empecé a escribir, en 1986, haciendo novela infantil y juvenil, los personajes eran indistintamente masculinos o femeninos. Ahora bien, desde la primera dirigida a los adultos, las protagonistas son mujeres. Esta manera de hacer de las mujeres siempre me ha despertado la curiosidad, siempre he pensado que las mujeres tenemos una manera de ser que podríamos decir más barroca, o con más secretos. Somos muy complejas, y me gusta conocerlas, y como que siempre me he acercado mucho a todo el mundo, conozco la manera de ser de las personas, me gusta más escuchar que hablar, y quizás por eso mis novelas tienen esta profundización psicológica.
—Otro protagonista recurrente en su obra es la ciudad de Reus.
—Sí, Reus siempre ha salido de una manera u otra en casi todas mis novelas. Me gusta describir los lugares que conozco, me siento bien, y Reus es la referencia de mi niñez y adolescencia, el lugar que amo y que me ha enriquecido, y me siento bien cuando hablo.