Una finca de Reus reúne más de 100 variedades de viña minoritarias o en peligro de extinción

El Institut Català de la Vinya i el Vi (INCAVI) conserva en una finca de Reus más de 110 variedades de viña minoritarias o en peligro de extinción. Son sobre todo variedades catalanas pero también hay extranjeras, principalmente francesas. Desde el año 2006 el Incavi analiza el ADN, las características enológicas y en planta ocho ejemplares de cada individuo como reserva. Con el tiempo la colección se ha ido ampliando en función de la investigación que se desarrolla y a los hallazgos que se hacen. Algunas de las variedades tuvieron protagonismo en el campo catalán hace décadas, pero ya fuera por su baja productividad, porque dejaron de estar de moda o porque las afectó la filoxera o tuvieron otras problemáticas, fueron desapareciendo. En algunos casos la presencia en Cataluña se limita a menos de diez hectáreas.

Un ejemplo es el morenillo, de la cual tan sólo hay registradas tres parcelas a Gandesa, con una extensión de 1,35 hectáreas. Según el INCAVI, es una variedad cultivada exclusivamente a la DO Terra Alta que algunas bodegas quieren recuperar. Para impulsar una iniciativa de estas características se tiene que hacer «un proyecto a medio plazo», según destaca Joan Elorduy, jefe de servicio de viticultura y enología del organismo. «Hace falta un trabajo de recuperación y de caracterización agronómica y enológica. La colección no permite extraer datos porque no tenemos un planteamiento estadístico que nos permita que los datos que tenemos sean representativos», razona Elorduy.

La colección se inició en una finca de Vilafranca del Penedès pero posteriormente se trasladó a Mas Valero, en el término municipal de Reus. «Esta es lo bastante grande e importante», destaca Joan Elorduy, jefe de servicio de viticultura y enología del INCAVI. El ente tiene dos más en el Pallars Sobirà y en la zona Costers del Segre, y mantiene relación con particulares que también conservan ejemplares de variedades minoritarias. Aparte también trabaja con algunas denominaciones de origen del país para hacer colecciones de una zona determinada o para estudiar más en profundidad variedades concretas.

Para conocerlas más a fondo, el INCAVI organiza periódicamente jornadas divulgativas destinadas a viticultores, enólogos y otros especialistas del mundo del vino. Hacen una cata de la uva de diez plantas diferentes para analizarlas y ver las semejanzas y diferencias entre ellas, así como descubrir los comportamientos que tienen. Se fijan en el color y el tacto, en la pulpa, el sabor de la piel o el color de las pepitas. Cada elemento lo valoran en una ficha y de esta manera pueden clasificar las características. «A los viticultores los atrae la capacidad de probar cosas nuevas, diferentes y que no tienen al alcance», comenta Elorduy. Además, eso les aporta información de cara a estudiar si pueden trabajar con variedades minoritarias que los permitan hacer unos vinos diferentes a los que elaboran o con nuevos matices.

Una de las dificultades que tienen los investigadores del INCAVI en la investigación es el nombre de las variedades. Se encuentran con problemas de homonimia y sinonimia. Es decir, variedades diferentes que en varios lugares de Cataluña se llaman igual; y una misma variedad que se llama de varias maneras en función de la zona. Elorduy apunta que «la línea de trabajo es la de conservar el máximo de riqueza, y los nombres lo son». De todos modos, reconoce que no se pueden «multiplicar» las nomenclaturas. «No podemos hacer quince sinónimos para una misma variedad, tenemos que encontrar un nombre principal y sinónimos locales y territoriales, que se tienen que conservar en la medida del posible», cierra.