Salud
El Plan Municipal sobre Drogas estudia abrir una sala de venopunción
Vecinos y partidos políticos denuncian el consumo y la acumulación de jeringas usadas en el Tecnoparc, de donde ARSU retira 100 cada mes
La comisión de seguimiento del Plan Municipal sobre Drogas está en estos momentos realizando un estudio, tal como detallan fuentes municipales al Diari Més, en relación a «la viabilidad y la manera en que se podría llevar a término» la creación de una sala de venopunció en Reus. El Plan, según las mismas fuentes, «ya había detectado la necesidad» de un espacio de consumo supervisado tiempo atrás y ha iniciado los movimientos para analizar la conveniencia de su apertura. De manera reiterada a lo largo de los últimos meses, y con especial intensidad más recientemente, vecinos de Mas Pellicer y de Mas Iglesias, y también la formación política Entre Vecinos, han pedido una salida a la acumulación de jeringas utilizadas en terrenos del Tecnoparque –que llegan, hasta todo, dentro de los mismos barrios– además de soluciones al consumo.
La Asociación Reus Som Útils (ARSU), que realiza la recogida de este tipo de material en la vía pública, actúa en el polígono «una vez al mes o cada mes y medio» y retira del lugar «entre 100 y 150 jeringas utilizadas cada vez». La última batida en la zona tuvo lugar el viernes.
Unidad móvil y un punto de inyección
Ahora, las opciones de que disponen a las personas consumidoras en este sentido son dos: «una unidad móvil de inyección que está en Reus ocho horas en la semana y el punto de inyección supervisada del Servicio de Adicciones del Hospital, pero no es suficiente», explica Toni Llort, antropólogo del Servicio de Adicciones del Sant Joan y miembro de ARSU, que dice que en la demarcación «no hay ninguno, de sala de consumo supervisado» como tal. Llort considera «muy positivo» el hecho de que «los vecinos entiendan que el problema no es la persona que se está pinchando en la calle sino que no hay recursos para atenderla, no sólo a nivel de adición sino también a nivel social.» Apunta, sobre el ámbito del Tecnoparc, que se ha generado un triángulo formado por «el Hospital, donde es posible dejar jeringas y abastecerse nuevas a nuestro servicio; Sant Josep Obrer, donde puede haber puntos de venta de droga; y el polígono, un lugar próximo a estos dos pero lo bastante alejado del paso de personas como para no ser interceptados y donde no hay cámaras, y que une distancias que los que no tienen vehículo pueden cubrir a pie». «En los dos últimos años se ha convertido en una nueva zona de consumo que no estaba», detalla.
Llort precisa que «por la manera como encontramos las jeringas en los solares, tenemos constancia que se trata de personas que consumen en el interior de coches y abandonan los utensilios», y dice que la concentración en esta zona coincide con que «justamente al lado hay un espacio de cruising». La droga que se consume «ha ido transitando de la heroína en la cocaína o en la mezcla de las dos». Los miembros de ARSU tienen que ser cuidadosos durante la limpieza de los terrenos porque la maldad y la forma como los consumidores se deshacen del material puede provocar que las jeringas queden encima de la hierba, a la altura de la cintura. «Hay un solar vacío que hace más de un año que reclamamos que se queme subsidiariamente, pero todavía no se ha hecho», apunta a Llort.
La sala de venopunció es, para ARSU, «casi una reivindicación histórica. Siempre se ha visto muy necesaria pero que no se ha acabado nunca de concretar mientras que a nivel europeo están muy normalizadas». Sus características facilitan «la prevención de sobredosis o la intervención en reacciones críticas en el consumo. En Barcelona, donde hay más de 13, no se ha dado ningún muerto por sobredosis dentro de una sala». «El valor más importante, con todo,» concluye Llort, «es que, para alguien que esté consumiendo en la calle, en una situación de exclusión total, poder ir a un lugar donde consumir hace que, indirectamente, se ponga en contacto con personal sanitario que le ofrecerá, por ejemplo, analíticas de hepatitis o de VIH. No se tiene que criminalizar a los consumidores».