Participación
«De pequeño, mi padre cultivaba el huerto y ahora yo he vuelto a aquellos recuerdos de infancia»
Hasta 31 de las 35 parcelas de huertos urbanos municipales están adjudicadas a usuarios y ya ha empezado a planificarse una ampliación de terrenos
Casi el 90% de las parcelas de huertos urbanos municipales están, actualmente, ocupadas y en uso. Las infraestructuras se reparten entre un terreno del barrio Gaudí con 10 huertos, 7 de los cuales activos; y otro en Sol y Vista, donde se cultivan 24 de las 25 parcelas que hay. Uno de los usuarios de este último espacio es Juan Miguel Molina, de 63 años. Explica que «soy bastante asiduo, vengo porque me distrae y me hace sentirme bien». Molina, conductor de autobuses que tuvo que retirarse por enfermedad, ha encontrado aquí un punto de socialización: «Entre las personas que vamos, nos damos consejos, intercambiamos experiencias, nos explicamos cómo nos va eso o aquello, qué productos utilizamos... y pasamos el rato».
Esta no es su primera experiencia con los cultivos. «A mí siempre me ha gustado la agricultura y, hace muchos años, cuando el espacio que ahora ocupa el Hospital Sant Joan tenía muchos huertos, tuve uno allí», apunta. La afición no le comporta un sacrificio. «Cuándo tengo que hacer un esfuerzo mayor, llamo a los amigos y me echan una mano», apunta, y todo lo que coge aquí «es para casa o para repartir». Molina acude a su huerto «unos cinco días a la semana» y «con la superficie que tengo, que son unos 70 metros, con dos horas tengo bastante».
Recoger y comer en el día
En las últimas semanas ha dado protagonismo a «patatas, ajos, tomateras, pimientos, cebollas, zanahorias o fresas» que son entretenidos de cultivar y una oportunidad para comparar y comentar cómo va el día». Este habrá sido el segundo año que apuesta por esta alternativa que es «toda una afición», donde pudo volver cuando las restricciones de la Covid-19 se lo permitieron.
En el espacio del barrio Gaudí cuida de su huerto, desde hace seis años, Josep Maria Miralles, de 71 años y extrabajador de la nuclear de Ascó. Relata que «cogí una prejubilación y se me estaba aburriendo, y eso ha sido una salida fantástica». Visita la parcela un par de veces a la semana y «hay cosas que, incluso, las comemos en el mismo momento que las cogemos». El huerto «no funciona solo, hay que estar encima, se tienen que sacar las hierbas y siempre hay alguna cosa para plantar o para coger|recoger, pero lo tengo con un programador de riego y así es más fácil», añade. El vínculo de Miralles con esta actividad viene de muy lejos. «De pequeño, cuando estábamos en el pueblo, en casa teníamos un huertecillo y el padre lo cultivaba. Tenía aquellos recuerdos de la infancia y ahora he vuelto», expresa. Los productos que la tierra le da «son muy sabrosos, tardan su tiempo pero están mejores». Y cuidar de la parcela, en la cual «llego en diez minutos caminando», le ha servido también para «pasar un buen rato y conocer como funciona todo». «Mi calidad de vida ha mejorado mucho: no piensas en nada, estás por la labor y bien avenido con los compañeros», apunta, y sólo encuentra un inconveniente en los huertos urbanos: «El agua es muy cara y la tendrían que rebajar porque|para que, de eso, nosotros no sacamos un provecho económico y habrá quien este pago no se lo puede permitir».
La concejalía de Salud y Ciudadanía trabaja para destinar más parcelas a proyectos de este tipo. El Ayuntamiento también está en conversaciones con el proyecto de huertos sociales de la URV ubicado en la Facultad de empresariales para crear una colaboración. Y dos de los huertos de Sol y Vista están adjudicados al Mas Carandell para las clases de Horticultura Ecológica.