La Prioral enciende cirios por una sesentena de difuntos durante el confinamiento
Familiares y amigos han ofrecido una última despedidas a los que no la tuvieron por el estado de alarma
La Prioral de Sant Pere de Reus ha acogido este miércoles por la noche una misa funeral «en recuerdo de todos los difuntos que no pudieron tener una a causa de la alerta sanitaria». En el transcurso de la ceremonia, se han leído los nombres de una sesentena de personas muertas durante el periodo de restricciones severas por la COVID-19, y familiares y amigos han tenido ocasión de encender, en recuerdo suyo, cirios «con el fuego del Cirio Pasqual, que representa la luz de Jesucristo resucitado.»
El prior de Reus, mosén Joan Antoni Cedó, tenía unas palabras por evocar la figura de la Virgen de Misericordia, la patrona de la ciudad, a quien «las parroquias de Reus no dudamos ni un momento que teníamos que contagiarnos, y así lo hicimos cada día, a la misma hora», coincidiendo con el golpe más fuerte de la pandemia. «Ahora nos encontramos para dar gracias porque así lo pudimos hacer», añadía. Banderas en los balcones de muchas viviendas del municipio dejan constancia, todavía, de la fe que parte de la población ha depositado en la virgen y en el relato de Isabel Besora y el episodio de peste. En el acto en la Prioral han estado presentes, además de sanitarios y de personal de las funerarias locales, también el alcalde de Reus, Carles Pellicer, y la vicealcaldesa y presidenta de la Diputación de Tarragona, Noemí Llauradó.
En los tiempos de máximas limitaciones de aforo a los despidos de difuntos, «han sufrido las familias, los trabajadores esenciales, los sanitarios, los servidores públicos, y también hemos sufrido los presbíteros y diáconos», recordaba el prior, que expresaba que «algunas veces nos encontramos llorando a la salida del cementerio». Mossèn Cedó invitaba a los asistentes a pensar en el hecho de que «hemos mirado la muerte en la proximidad de nuestra propia condición moridora, y también la vida. Por qué no aprender una lección de todo eso»?. «Nunca como ahora se ha valorado una llamada de teléfono, un mensaje, un gesto de las personas amadas,» explicaba, y decía que «el dolor de la muerte, la impotencia, nos hiere pero no nos rompe para que podamos caminar». «Estamos afectados hondamente por un fajo de preguntas y experimentamos que el Evangelio nos recuerda que querríamos que la vida fuera de otra manera. Y luchamos asumiendo la vulnerabilidad de la condición humana, pero también haciendo de la esperanza un compromiso», concluía. En la misa se ha leído un fragmento del Apocalipsis de SanJuan.
Con unas palabras sentidas, el prior Cedó llamaba igualmente a reflexionar sobre que «siempre queremos ser los señores de la vida y la vida nos recuerda que está fuera de nosotros» y decía que «en aquellos que amamos, la vida está en el cielo, tan lejos y tan cerca a la vez».