Autor de 'Diario de un viejo cabezota (Reus, 2066)
«Las novelas sobre el futuro hablan de los miedos que tenemos en el presente»
El escritor reusense ha ambientado su última novela en la ciudad de Reus, en un futuro distópico en que los ciudadanos se tienen que marchar del país
—Su libro nos sitúa en la ciudad de Reus, el año 2066, en un ambiente postpandémico. Se avanzó a lo que nos ha pasado este año.
—Sí, esta novela está escrita entre el 2017 y el 2019, aunque la parte más importando de trabajo la hice en el 2018, así que no me podía ni imaginar que tendríamos el coronavirus. Sin embargo, tenía claro que quería ambientar la novela en un futuro próximo para poder estar yo y también que quería jugar al juego de la distopía, de la novela apocalíptica. Cuando te planteas una situación así, tienes tres opciones para llevarlo a cabo: una catástrofe meteorológica, una cuestión política o una sanitaria. Me decanté más por la distopía de tipo político pero con la coletilla de la pandemia, aunque en el 2066, cuando transcurre la acción, ya hace diez años que ha estallado.
—También imagina varios conflictos geopolíticos.
—Sí, la península Ibérica se ha convertido en una confederación ibérica, en Cataluña ha habido tres referéndums de autodeterminación que no han acabado demasiado bien y se determina que todo el mundo tiene que abandonar la península. Todo eso el lector lo va descubriendo poco a poco. La historia la explica un yayo de 89 años, que vendría a ser mi proyección futura. Él escribe un diario para explicar las situaciones más íntimas o personales, pero no puede apartar la mirada de todo lo que lo rodea, y va haciendo referencia. Este libro lo empecé en el 2017, y por lo tanto todo lo que en aquel momento pasaba era importante. Como se dice al principio de la novela, los libros del futuro no hablan del futuro, sino de los miedos que tenemos en el presente. Las novelas siempre dicen más del momento en qué han sido escritas que de la época que intentan reflejar.
—La trama de su novela transcurre en Pere Mata, donde se atrinchera un grupo de reusenses que se resisten a marcharse. ¿Por qué escogió precisamente este lugar?
—Buscaba un espacio reducido donde los personajes se pudieran defender del peligro exterior. Este lugar me iba muy bien porque es un espacio casi fortificado. Pere Mata se construyó de manera que los internos no se marcharan, y a la historia doy la vuelta, los resistentes lo utilizan para que los de fuera no entren. También explico que en Barcelona se han hecho fuertes en el Castillo de Montjuïc. Los residentes han buscado edificios antiguos, aquellos que, en una época en que ya no hay electricidad, les permiten defenderse de una manera clásica, con muros de piedra o vallas de hierro. Después, también escogí este lugar para un componente emocional: yo estudié en Gabriel Ferrater en la época que el instituto estaba a poca distancia de Pere Mata, e íbamos a menudo, a hacer teatro, a jugar a fútbol... Era un lugar que conocía y me apetecíaconvertirlo en escenario de una novela.
—En la historia van apareciendo referencias muy reusenses, encontramos nombres como el de Joan Masdéu o Josep Baiges. ¿En esta ocasión ha soltado sus tics reusenses?
—puedo decir que en esta novela he hecho las paces con mi 'reusenitat'. O, de alguna manera, he hecho un homenaje a la ciudad, partiendo ya de la dedicatoria, Para todos los reusenses pasados, presentes y futuros. I Para aquellos que, sin ser de Reus, casi lo parecen , como decía Salvador Dalí. Con esta novela cierro una trilogía. El primer libro lo hice sobre alguien que se llamaba como yo. El segundo, lo centré en el día que nací, y esta tercera novela tenía que suceder a mi ciudad natal. Aunque, como el personaje de la novela, me marché de Reus a los dieciocho años y ya no volví, ha sido una manera de recuperar mis orígenes y, en el fondo, también de establecer un diálogo conmigo mismo, y por lo tanto con los lectores, sobre qué quiere decir la identidad, la alteridad, qué quiere decir ser de Reus y, en definitiva, ser de un lugar.
—El protagonista de la novela es un escritor que hace mucho tiempo que dejó de escribir, pero decide empezar un diario. Eso le sirve para relatar lo que está pasando, pero de alguna manera la ayuda también a sobrevivir. ¿Esta actitud es un reflejo de su relación con la escritura?
—Pienso que debe haber escritores de raza, que escriben desde los cinco años, y ya no dudan nunca, pero también hay otros, entre los cuales me incluyo, que tenemos este tipo de tira y afloja entre nuestra pasión y la necesidad de escribir y dejar de hacerlo. Hay una reflexión sobre lo que es escribir y la importancia de la escritura, también sobre si se puede escribir en situaciones como la que está viviendo el personaje. De hecho, todo eso es el gran motor del protagonista. A medida que avanza la trama y se va complicando, tiene más necesidad de seguir escribiendo y, a la vez, reflexiona sobre la inutilidad de la propia escritura. Todo el rato se va jugando con este toma y daca, que pienso que también forma parte de la pericia novelística.