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Patrimonio

El cementerio de Reus, «un museo al aire libre» en las visitas por el 150.º aniversario

Se hará una ruta cada primer domingo de mes

Un instant del recorregut, guiat per Raquel Ferret de Carrutxa.

El cementerio, «un museo al aire libre» en las visitas por el 150.º aniversarioGerard Martí

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El Cementerio General de Reus estrena hoy las visitas guiadas diurnas a sus instalaciones que, con motivo del 150.º aniversario del equipamiento, se llevarán a cabo durante el 2021 cada primer domingo de mes, siempre que las restricciones vinculadas a la covid-19 así lo permitan. La iniciativa sale adelante con la colaboración de Centro de documentación del Patrimonio y la Memoria Carrutxa y se estrenó con aforo limitado a seis personas, bajo la previsión que este se pueda ir ampliando con el paso de los meses. El grupo descubrió, de la mano de la vicepresidenta de Carrutxa, Raquel Ferret, la historia y los secretos del cementerio. La primera inhumación en el actual emplazamiento, en la avenida de la Paz, se produjo justoel 2 de enero de 1871.

El cementerio, tal como se conoce hoy día, es el cuarto que ha tenido Reus: el primero se localizó junto a la Prioral «cuando la muerte formaba parte del día a día»; el segundo tomó forma a raíz del desplazamiento de este unos metros más abajo, al Cementerio Viejo; el tercero se enclavó junto a la ermita del Roser, más lejos del núcleo por motivos sanitarios; y hacia 1870 se construyó el que ahora hay, todo un «museo al aire libre», como explicaba Ferret. El cementerio se levantó gracias al legado de Josep Sardà i Cailà, que permitió disponer de los terrenos. En 1871 «ya tuvo que abrir de urgencia sus paredes».

Conocer «la historia de Reus»

El monumento en Sardà y Cailà es uno de los puntos que se visitan durante la ruta, que arranca desde la escultura del Cronos. Con la guadaña y el reloj en las manos, el dios mantiene viva la memoria del cementerio de Reus como «el primero de aconfesional que hubo en el Estado». Ferret apuntaba ayer que el recorrido quiere servir para «conocer duna pizca más cerca la historia de la ciudad, desde la conciencia y el respeto» y al mismo tiempo para «hacer una reflexión sobre como gestionamos la muerte hoy y la forma como lo hacían nuestros antepasados».

La capilla Margenat, obra de Domènech y Montaner; el banco que simboliza el punto donde «el doctor Frias se pasó horas, ante la sepultura familiar»; la capilla de la familia Llobet que acogió personas muertas en el bombardeo del 21 de enero de 1938 sobre la boca del refugio de la Libertad; o la de los Héroes de Vilallonga, donde descansan los restos de los liberales que cayeron en 1838 durante la guerra Carlista, también se dejan ver de más cerca en las visitas diurnas. Igual que las fosas de las víctimas de la Guerra Civil, la sepultura del sindicalista Cipriano Martos y la capilla Sedó. El panteón de los Hijos Ilustres, el mausoleo templo Òdena-Yglesias, el panteón Boule –ahora en proceso de rehabilitación–, el mausoleo de la familia Abelló o la sepultura de la familia Pratdesaba completan una ruta espléndida y generosa que no desprecia ningún detalle y que también abarca la tumba de Joan Rebull y el panteón de la familia Borràs. El general Delgado, a través de su mausoleo y el sarcófago «donde trabajaron 132 artesanos», despide a los visitantes.

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