Autora del libro 'Els nens de la senyora Zlatin' (Columna ed.)
Libros
«Tenemos el deber de preservar la memoria histórica para las generaciones que vendrán»
La escritora reusense quedó finalista del Premio Ramon Llull con una novela ambientada en Francia y Barcelona durante la Segunda Guerra Mundial
—Su novela se basa en unos hechos reales, la llegada, el año 1943, al pueblo francés de Izieu de un grupo de niños y niñas judíos rescatados de los campos de concentración. ¿Cómo llega a sus manos esta historia?
—Yo tenía esbozada una historia sobre los nazis que había en Barcelona en los años 40, pero a través de mi marido descubrí la historia de los niños de Izieu. Me sorprendió, porque estos hechos aquí no son muy conocidos. Fuimos a Izieu a conocer la casa donde vivieron, pudimos hablar con el director del memorial y acceder a toda la documentación. Pisar aquel entorno, entrar en las habitaciones y recorrer aquel lugar tan tranquilo y encantador hizo, que, a la hora de ponerme a escribir, me pudiera trasladar a la historia de aquellos niños. Es una historia basada en hechos reales, pero me he permitido la libertad de reinterpretar el relato.
—¿Cómo fue posible que los niños llegaran hasta aquel lugar?
—Sabine Zlatin era una enfermera de la Cruz Roja que trabajaba para sacar a los niños judíos que había encerrados en los campos de concentración franceses. Los llevaba a escondidas a la zona de Francia libre de nazis. Los fue sacando con cuentagotas, muchas veces escondidos debajo de su capa. Sabine busca un lugar para esconderlos y encuentra una casa en la zona del Ródano donde estarán aislados.
—En paralelo hay otra historia que nos traslada a la Barcelona de los años 40 y al Hotel Ritz, punto de encuentro de los nazis cobijados bajo el régimen franquista. ¿Cómo se ha documentado para escribir estos episodios?
—En la novela hay dos historias que transcurren paralelas hasta que llega un punto en que se encuentran, gracias al protagonista. La guerra y la posguerra españolas siempre me han interesado, y de hecho ya había escrito un par de novelas que hablaban de ello. Ahora, nos encontramos unos nazis que viven tranquilamente en Barcelona protegidos por el franquismo. Las familias que habían vivido la guerra y la posguerra, que fueron tan duras, en general no hablaban a los hijos, seguramente para protegerlos. Pero a mí siempre me ha interesado. Enmi familia sí que se ha hablado y a mí me ha gustado escuchar a las personas mayores. Así que he trabajado a través de lo que yo he conocido, a través de la bibliografía y de la prensa de la época, que también es, significativa.
—¿Cómo era aquel ambiente en el Ritz?
—Era una especie de oasis con respecto a la gente que pasaba hambre, que eran víctimas de detenciones, fusilamientos en el Campo de la Bota, que habían perdido los seres queridos y que no tenían nada quever con aquella opulencia. En el Ritz hacían maravillas. Si nos miramos los menús que servían, ahora nos pueden parecer normalillos, pero eran platos exquisitos en comparación con lo que había a fuera.
—La novela se articula a través de la investigación que hace un joven periodista, Octavi Verdier, que acaba obsesionado por la historia. ¿Es una sensación que usted también ha vivido, esta obsesión por una novela?
—Es diferente. Este periodista tiene mucha curiosidad para saber quién era su abuelo, un hombre amable, querido por todo el mundo, pero que cuando él era pequeño no le dejaba entrar en su despacho. Cuando se hace mayor y el abuelo ya no está, la abuela tampoco le deja entrar para respetar la memoria de su marido. Hasta que un día puede acceder, y va descubriendo cosas que tienen relación con el libro que había empezado a escribir. Va estirando el hilo, pero nadie de la familia le quiere decir nada, y él siente que aquel silencio es cómplice de los secretos del abuelo. Eso hace que se vaya obsesionando. Yo no me puedo comparar, cuando escribo las historias las vivo, me meto dentro, pero puedo desconectar.
—¿Cree que es importante sacar a la luz secretos del tiempo de la guerra, aunque eso pueda ser doloroso?
—Sí. Preservar la memoria histórica es importante y es un deber que tenemos con las generaciones que vendrán después. Lo tenemos que hacer. Pienso que lo tienen que saber, no pueden vivir sólo al día. El presente y el futuro son importantísimos, pero conocer el pasado nos forma como personas.
—Con esta novela ha quedado finalista del Premio Ramon Llull. ¿Cómo ha vivido este reconocimiento?
—Hacía mucho tiempo que no me presentaba a un concurso, porque tengo la suerte de que, cuando acabo una novela, enseguida me la publican. Para mí es una gran satisfacción haber quedado finalista de un premio tan importante, y también que la editorial y mi editora, Glòria Gasch, se interesaran por mi novela. Tanto ella como su equipo han tenido un trato exquisito.
—¿Cuándo se hará la presentación?
—Este sábado, 6 de febrero, a las 12, enla tienda de la Casa Navàs de Reus, con la Historiadora de la literatura y Crítica literaria Rosa Cabré.