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«Me siento muy impotente y desamparada porque nadie me ayuda»

Irene Avilés, una joven de 25 años con una discapacidad del 86% de grado dos, hace un llamamiento con el fin de poder entrar al mercado laboral

Irene Avilés, la joven de 25 años, en la plaza de Gandhi, ayer.

«Me siento muy impotente y desamparada porque nadie me ayuda»Gerard Martí

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Irene Avilés es una chica de 25 años que tiene una discapacidad del 86% de grado dos. Desde los 18 años no encuentra trabajo, ni siquiera adaptado por sus limitaciones físicas. Actualmente, va con silla de ruedas, necesita el apoyo de una persona para acudir al lavabo y sólo su madre, con quien convive, recibe una ayuda económica de 600 euros al mes. «Me siento muy impotente y desamparada porque nadie me ayuda. He ido a diferentes asociaciones, como la Montsant o Baix Camp, además de hablar con la ONCE. Demasiado tiempo insistiendo y yendo detrás y nadie me da respuesta ni apoyo de ningún tipo», ha comentado Avilés.

El último trabajo que tuvo Avilés fue en la Selva del Camp: «Entré con 17 años como auxiliar administrativa en una empresa, donde estuve siete meses. Cuándo acabé, ya tenía los 18 años cumplidos y, a pesar de haber trabajado con la discapacidad acreditada, no me renovaron contrato». Desde entonces, la afectada no se ha podido reincorporar al mercado laboral.

Avilés sufre Tetraparesia, motivo por el cual va en silla de ruedas eléctrica. Depende de una tercera persona para ir al lavabo, vestirse, ducharse o, incluso, cortar según qué alimento cuando tiene que comer. También tiene diabetes tipo I y necesita de una bombona de insulina, ya que no se puede pinchar sola y tiene que acudir al hospital cada semana con el fin de ser atendida. Tiene dificultades para hablar y una gastroparesia (el estómago y el intestino delgado no le funcionan bien, motivo por el cual tiene que llevar una dieta muy estricta). Ha tenido varias pancreatitis y el pasado diciembre le dieron el alta hospitalaria después de haber sido cinco meses ingresada a causa de tener muy bajas las defensas.

Todo eso le ha provocado limitaciones de todo tipo, especialmente sociales y laborales. «He estado buscando trabajo por Reus, pero en todo este tiempo no me ha salido nada. Sé que mi situación es complicada, ya que no puedo realizar casi la mayoría de las tareas que el resto de personas pueden hacer, pero tampoco me ha surgido la oportunidad, con el fin de poder trabajar en un espacio y entorno adaptado a personas como yo, con discapacidades o muchas limitaciones». La afectada decidió pedir la incapacidad laboral, después de muchos años en que «me daban largas a las pocas entrevistas de trabajo que hacía, muchas ya centradas para discapacidades».

Según ha explicado Avilés a DiariMés, le han denegadola incapacidad laboral, a pesar de tener un 86% de discapacidad, porque no había cotizado el mínimo que se solicita (un 20% a partir de los 16 años), un hecho que ella misma define como injusto: «Yo no he decidido ir con silla de ruedas ni tampoco encontrarme con esta situación. Ya me gustaría no tener que depender de mi madre, tantoeconómicamente como cuidándome y ayudándome como lo hace con aspectos básicos y cotidianos cómo, por ejemplo, ducharse. Tengo 25 años y quiero trabajar, pero si no puedo hacerlo o bien no me dejan intentarlo, tampoco puedo vivir sin ninguna ayuda». La madre de la joven obtiene 600 euros para su manutención: «Teniendo en cuenta que en casa tenemos otros gastos, como el alquiler y las facturas cada mes, y que mi dieta cuesta bastante dinero, con eso no podemos hacer prácticamente nada».

Irene Avilés hace un llamamiento con el fin de concienciar a la sociedad hacia esta problemática de que, como ella, también sufren otras personas con limitaciones físicas, y espera recibir alguna solución cuanto antes mejor.

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