La comunidad aragonesa vuelve a la Prioral para venerar a la Virgen del Pilar
Los bancos de la parroquia estaban llenos
«¿Qué es eso?», se preguntaba una reusense paseando ayer al mediodía por el núcleo de la ciudad. No se esperaba ver una multitud de gente haciendo cola en la puerta del Centro de Lectura. Aquellas personas no llevaban camisetas de manga corta, tampoco sudaderas, y las excepciones se podían contar con los dedos de una mano. Iban vestidas de etiqueta, pero eran dos los elementos que destacaban: el cachirulo en el cuello y las cintas de la Virgen del Pilar que colgaban de la muñeca.
Tres años había tenido que esperar la comunidad aragonesa para reencontrarse con su patrona. Si las calles mostraban una estampa típica de un día festivo, la Prioral de Sant Pere estaba engalanada de cabo a rabo. Ni un alma cabía en los bancos de la parroquia cuando las campanas tocaron las 11 horas, pero las puertas continuaron abiertas. Todo el mundo estaba invitado a unirse a la misa.
El 3 de agosto de 1936, la basílica del Pilar de Zaragoza fue bombardeada. Dos proyectiles llegaron a penetrar en el espacio sagrado, pero ninguna de las dos estalló. La población atribuyó el milagro a la Virgen y, hoy día, los artefactos cuelgan en un pilar próximo a la capilla. Los años 2020 y 2021 pusieron a prueba la resistencia de los feligreses, pero, una vez más, superaron la prueba de fuego. Ya no había mascarillas, ni distancia. Se pudo volver a hacer la ofrenda floral, volvieron a repartirse besos y abrazos, se volvieron a encajar las manos con desconocidos como símbolo de paz. «Pilar bendecido, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás; tú a la victoria nos llevarás». El Himno a la Virgen del Pilar cerró la ceremonia.
«Se nota que los aragoneses son la comunidad más unida de todo Reus», decía Javier, que esperaba a su mujer en el exterior de la Prioral. Su apreciación fue respuesta con un nuevo apretón de manos de manos. Era hora de ir a disfrutar de las jotas .