Tradición
Las estrellas brillan de día en Reus en un cementerio lleno en recuerdo de los difuntos
Centenares de ciudadanos se pasearon ayer entre los nichos hasta 'reencontrarse' con los seres más queridos que ya se han marchado
La víspera de Todos los Santos sumió Reus en la melancolía. Fue un lunes lúgubre y el cielo lucía un traje compuesto únicamente con la escala de grises. La lluvia amenazaba con hacer acto de presencia. Las nubes estaban de duelo. No obstante, llegado el 1 de noviembre, el panorama cambió por completo.
Aquellos que han abandonado el mundo terrenal y que ya están en el cielo quisieron acompañar a las personas que han dejado atrás. Sus áureas estelas iluminaron un día brillante, resplandeciente. No querían que fuera un día de tristeza y de lamento, sino de celebración y de homenaje por una vida llena. El Cementerio General de Reus fue ayer el escenario de un interminable desfile de centenares de peregrinos que, ramos en mano, recorrían la carretera de Montblanc para ir a recordar a sus difuntos. Sólo atravesar la puerta que separa los mundos de los vivos y de los muertos, los reusenses eran recibidos por un dúo de violoncelistas. Emoción a flor de piel –no podía faltar El cant dels ocells, popularizado por Pau Casals-, las lágrimas no tardaron endejarse ver. Porque sí, este año los rostros eran bien visibles, sólo ocultos por gafas de sol.
Las mascarillas formaban parte del pasado. Abrazos y besos volvieron a ser las reinas que secaban los llantos y que dibujaban más de una sonrisa en los labios de los familiares, amigos y conocidos que deambulaban por delante de los nichos, calentados con el perenne calor de las estrellas que habían obligado a cambiar la indumentaria: de la rebeca se había pasado a los vestidos finos y a los polos.
Si bien el Mausoleo del General Prim y las volátiles mariposas del nuevo espacio dedicado al luto perinatal, instalado en uno de los cipreses más antiguos, visible justo entrar al recinto, captaban durante unos segundos la mirada de los ciudadanos, pocos eran los que se detenían a observarlos con detenimiento. Tenían prisa. Las horas que podían pasar hablando con sus difuntos eran limitadas y se tenían que aprovechar al máximo.
En la isla número 5, la familia Martínez velaba por el recuerdo del abuelo Valentí, que se fue en el 2020 víctima de un fatídico cáncer. César, su nieto, de 20 años, intentaba disimular su lamento. Era la primera vez que visitaba el lugar donde descansaba su «Dios». «No había venido antes porque fui un cobarde, pero quería que el abuelo supiera que nunca lehe olvidado», comentaba. «Ni lo haré», añadía. La abuela Àngela se había fundido en un abrazo con él. «¿A qué era guapo, el yayo?», preguntaba a César.
Desde que Valentí murió, tres miembros más de la familia han sido atacados por la terrible pesadilla del cáncer. Después de tanta experiencia en combate, piden un poco de tranquilidad. «Cuidaos mucho» era la expresión que más se repetían.
En el otro lado de las instalaciones se dirigía Josefa, de 55 años. Para llegar al nicho donde descansansus padres y un sobrino, había sido acompañada por la magnanimidad del violín y el clarinete que sonaban en diferentes lugares, que abrazaban a los y las reusensesen estos momentos de duelo.
«Me han alegrado el día. Venía con los pañuelos en la mano, pero es un gozo escucharlos. Podría pasarme horas, si no fuera porque me asusta estar en un cementerio», declaraba. Al llegar al destino, Fina se cruzó con su sobrina, Sonia. De la sorpresa inicial se pasó a la carcajada y ambas se acercaron para darse dos besos a las mejillas. «¡Cuánto de tiempo!», exclamaba Sonia. «¿Cómo está tu marido? ¿Y el hijo? ¿Quétiene novia, ya?», le preguntaba a la tía.
«Venir aquí para Todos los Santos tiene eso, también: reencontrarnos con la gente que queremos, ponernos al día y abrazarnos después de tantos años», valorabaFina. En su caso, sus hermanas ya habían ido antes para limpiar los nichos y ofrecer cuatro frescos ramos de flores y un rosario de pétalos de rosas.
El dispositivo especial
El Ayuntamiento de Reus impulsó un dispositivo especial para facilitar el acceso de los ciudadanos al cementerio. Las medidas incluyeron la habilitación de nuevos espacios de aparcamiento, una línea especial de autobús lanzadera y la ampliación de los horarios del servicio de transporte público. «Me ha ido muy bien eso de poder coger el autobús delante de casa, en el centro, para acercarme. Así no me canso ni llego sudada de tanto caminar», valorabaJosefa.
César Martínez y su tío, David, no estaban tan satisfechos. A pesar de la habilitación de múltiples zonas de estacionamiento en torno a la carretera de Montblanc, consideraban que era un «laberinto» encontrar aparcamiento y maldecían haberse encontrado con un denso tráfico para llegar al cementerio, que les había hecho «llegar más tarde de lo que querríamos». «Lo llego a saber y vengo caminando», expresaba César. David era más conciliador: «No pasa nada. Ahora vamos a hacer una barbacoa en la masía y todo solucionado», concluía.