Educación
«Pere está más receptivo con las matemáticas, tiene ganas de trabajarlas»
Tres centros educativos implementan las clases de refuerzo del programa 'Math Tutoring' de la Fundación Bofill desde enero
Las pruebas de competencias básicas constataron, en el 2022, que uno de cada tres alumnos catalanes acaba la Educación Primaria con un nivel bajo o medio-bajo de matemáticas, un porcentaje que iba creciendo evaluación tras evaluación.
El estigma que era un conocimiento reservado a unas élites creaba una percepción negativa en torno a su estudio, convirtiendo las matemáticas en uno de los factores más asociados al abandono escolar. Para revertir la situación, la Fundación Bofill ha impulsado el programa de refuerzo Math Tutoring. En Reus, las escuelas Prat de la Riba y Sant Bernat Calvó y el colegio Sant Pau lo han instaurado desde enero.
«Pere está más receptivo con las matemáticas, ahora tiene más ganas de trabajarlas». Annaïs Calabuig es madre de Pere, uno de los seis estudiantes de sexto de Primaria de la Escuela Prat de la Riba que forman parte de la edición inaugural del Math Tutoring, divididos en dos grupos de tres. «Ha mejorado su rendimiento y se ha abierto más en el aula», añade Calabuig.
No es un caso aislado. «A los seis niños se les ha visto un aumento de la participación y de la seguridad en el área de las matemáticas», detalla Blanca Baró, docente del centro. Adherirse al programa no fue una decisión fácil.
El director de la escuela, David Roco, detalla que tenían «miedo» de que la metodología de enseñanza fuera «diferente» y que, «en lugar de reforzar, enredáramos a los alumnos». Comprobó que remaban en la misma dirección: presentar su aprendizaje como una «aventura» fuera del horario lectivo.
De una hora y media de duración, las dieciséis clases extraescolares permiten una atención individualizada a un grupo reducido de alumnos. La primera parte de la sesión se basa en «ir descubriendo, experimentando, manipulando, para resolver unos retos», en palabras de la jefa del programa, Agnès Pàmies. Se trata de razonar y sacar conclusiones, no de memorizar fórmulas, una metodología que satisface a Baró.
En el aula, ya no se plantean problemas descontextualizados, sino que se presenta una historia ficticia con unos personajes animados «que necesitan resolver aquel reto para continuar la aventura». La segunda mitad de la jornada consiste en trabajo autónomo a través de tablets u ordenadores que proponen una serie de actividades adaptadas a los resultados obtenidos en ejercicios previos.
Pere no estuvo precisamente contento de saber que tenía que dar estas clases extraescolares. «Pensaba que eran más deberes», relata su madre. La situación ha cambiado. «Ahora tiene muchas ganas de ir», comenta. Pere no ha mejorado sólo sus aptitudes matemáticas, sino que ha vivido una «evolución madurativa». «Creemos que el hecho de sentirse más seguro de él mismo y ver que sabe hacer lo que le costaba y no entendía le da fuerza para abrirse más al grupo y trabajar cada vez mejor», expresa Calabuig.
Este era uno de los objetivos del programa. «Muchas veces, la percepción de su propia competencia de los niños de sexto se encuentra un poco estropeada, después de muchos años pensando que las matemáticas son pesadas y que no son inteligentes. Lo que hacemos es recuperar esta autoestima, que crea que ellos mismos pueden salir adelante y que puede ser que les acabe gustando una cosa que parecía que era impensable», señala Pàmies. «Es un programa muy bien pensado y aplicado. Cuantos más años dure, mejor», concluye Roco.