Diari Més
Coia Valls

Autora de 'El llegat de les cendres' (Novum)

Libros

«Si las cenizas caen en terreno fértil, puede germinar una semilla»

La nueva novela de la escritora reusense es una historia ambientada en el siglo XIV y protagonizada por siete mujeres

L'escriptora Coia Valls, aquest dimarts, a la ciutat de Tarragona.

«Si las cenizas caen en terreno fértil, puede germinar una semilla»Gerard Martí

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—Ha escrito una novela que, en síntesis, habla de reconstrucciones: materiales, sociales, emocionales...

—Sí. La historia pasa a finales de 1348, cuando la pestilencia ya ha pasado, pero los que quedan están agotados. Cuando episodios como estos, dolorosísimos y que se van alargando en el tiempo, se acaban, llega el luto. Y el luto se tiene que hacer bien hecho. En esta novela hay lutos por la pérdida de las personas queridas, pero también de la salud, de la juventud o el deseo. Por eso, en esta ocasión, además de la documentación histórica, hay una tarea de trabajo de los personajes que he hecho con la psicóloga Rosa Barceló.

—Los personajes son el eje de la historia, y destacan sobre todo en las mujeres.

—Sí, siete mujeres, de orígenes bien diferentes, que acaban formando un pequeño ejército sin armas, en una historia de sororidad y amor. Ellas avanzan intentando frenar lo que se les está imponiendo, que es el derecho romano. Es decir, las bisabuelas de estas mujeres eran mucho más libres que ellas: ahora se encuentran con que no pueden ser testamentarias, ni tutelar a sus hijos si se quedan viudas o tener la ciudadanía de Barcelona, con todo lo que eso comporta. Y aquí es donde se acaban juntando una esclava, una monja, la hija de un tejedor y la viuda de un vidriero entre otros. Les une la voluntad de salir adelante.

—El eje de la historia, sin embargo, es Alexia Miravall, a quien ya conocíamos de la novela El Mercader. Pero aquí la hace partir de una situación complicada: acaba de perder a una persona querida, es huérfana, con un hermano que quiere marcharse para seguir su vocación y un negocio familiar que recae en sus manos.

—Sí, enEl Mercader había dejado a Alexia muy empoderada, arriba de todo. Pero durante la pandemia pensé que le tenía que hacer bajar del pedestal y que pisara el barro. Que tuviera muy claro que ella no era una Scarlett O'Hara, que sola no saldría adelante. Por eso planteé este tejido formado por un grupo de grandes perdedoras. Tenemos que pensar que la peste se llevaba igual a hombres que a mujeres, pero el resultado era muy diferente. Las mujeres eran fáciles de sustituir, con una nueva sirvienta, una nueva esclava o unas segundas nupcias. Pero, ¿y las viudas? Te podías encontrar con que habías trabajado toda la vida en el obrador con tu marido y que, cuando él se moría, no podías seguir trabajando, porque te arrancaban el telar de la pared.

—Contaban tan poco con que incluso el lesbianismo era tolerado.

—Es muy curioso, porque resulta que las relaciones entre hombres estaban prohibidas, y quien las practicaba era torturado públicamente hasta la muerte. ¿Y cómo es que las relaciones lésbicas no se penaban igual? Pues porque no suponían un problema para el macho, ni les pasaba por la cabeza que las mujeres pudieran sentir placer sin ellos. Y, después, la Iglesia también lo tenía muy claro: si dos hombres tienen relaciones, hay despilfarro de esperma, que es la semilla de la vida. Pero nosotros, las mujeres, no tenemos nada que malbaratar, porque sólo somos depositarias.

—Junto con todas estas mujeres hay otra figura femenina, una niña llamada Anna, que es clave en el desenlace de la historia.

—Sí, en mis novelas siempre hay una criatura, porque me he pasado 40 años en la escuela trabajando con niños con necesidades educativas especiales y la mirada de los niños me interesa mucho, porque tienen pocos filtros. Esta niña, que viene de una situación que también es difícil y dolorosa, sube al terrado, y desde allí observa lo que pasa y lo interpreta a su manera, pero sin malicia. Y, a partir de lo que ve, construye su propio mundo en un escenario con figuritas de barro. Eso le permite transitar por un espacio menos doloroso. Anna, a la vez, también es la depositaria del futuro. Mis protagonistas no acaban de salir adelante, porque el derecho romano siguió imperando, pero nosotros no estaríamos aquí si muchas mujeres como ellas no se hubieran dejado la piel. Las revoluciones no se hacen de un día para el otro, y si las cenizas caen en terreno fértil, puede ser que acabe germinando una semilla, que en este caso es Anna.

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