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Política municipal

Carles Pellicer, el tendero que soñaba ser alcalde

Con la decisión de no presentarse a la reelección, pondrá punto final a doce años siendo alcalde de Reus

El batlle, passejant pel Parc de les Olors, al passeig de la Boca de la Mina, reformat durant el seu mandat.

Carles Pellicer, el tendero que soñaba ser alcaldeGerard Martí

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«Ahora iré al paro, como toca». Carles Pellicer Punyed está a punto de abandonar el despacho de alcaldía. Licenciado en Derecho, no tenía vocación para ser abogado. «Soy tendero», defiende. Comerciante de pinturas y barnices, anhelaba ir mucho más allá del mostrador. «Me fijé como objetivo ser alcalde de Reus», recuerda. Quería representar su ciudad. El deseo lo llevó a presidir la Jovn Cambra y la Unió de Botiguers, hasta que la voluntad de aquel niño se convirtió en una realidad. Doce son los apóstoles, los trabajos de Heracles, los signos del zodíaco, las estrellas de la bandera de la Unión Europea, el nombre de un popular güisqui irlandés, los meses y los años que Pellicer ha estado viviendo su sueño. Nadie lo ha forzado a abandonarlo. «Tienes que saber entrar, saber estar y saber marcharte», reflexiona. Al fin y al cabo, el doce es símbolo del orden, el bien y la perfección. «Ya es suficiente». Tocará volver a ser un reusense más y, eso, no le asusta. «Un alcalde es un ciudadano más que, durante un tiempo, hace de alcalde y, después, a otra cosa», afirma. Advierte de un matiz de su propia frase que no es sutil. «Yo no soy el alcalde, sino que hago de alcalde». Tampoco tenía sudespacho, sino que trabajaba en el despacho del alcalde. «Ahora le toca a otro».

Cuando Carles Pellicer aceptó la vara en 2011, estaba cumpliendo un sueño. Más de una década ha estado viajando por el mundo onírico. Aterrizado en 2023, asegura que sigue siendo idéntico al Carles Pellicer de antes, «con las mismas ganas y la misma ilusión». No obstante, hay un aspecto en qué sí que ha cambiado. «Entré con pelo y me marcho sin», reconoce. Pep Guardiola dejó el banquillo del FC Barcelona un año después del debut de Pellicer a la alcaldía. Decía que se había vaciado, que necesitaba llenarse, y, en su etapa al frente de la plantilla azulgrana, también tuvo que ser testigo del retroceso del cuero cabelludo. Uno de los factores que acelera la pérdida de pelo es el estrés. El técnico de Santpedor tuvo que soportar la feroz rivalidad con el Real Madrid y su propio éxito, que exigía que acumulara títulos temporada tras temporada. Plácida tampoco es la palabra que mejor describiría el paso de Pellicer por el Ayuntamiento de la capital del Baix Camp.

Es el alcalde de las «tres crisis», una por mandato: económica, política y sanitaria. «Salimos adelante», resume, pero no exentas de esfuerzos. No sólo se puso a prueba la capacidad de gestión de los políticos al frente del consistorio –tres veces–, sino que la resiliencia mental de la población, incluidos los representantes de las instituciones, afrontó un desafío mayúsculo. En el ámbito personal, la situación financiera que atravesaba el Ayuntamiento cuando asumió la alcaldía lo dejó tocado y remando para no hundirse –en junio del 2012, se registraba una deuda de 405,42 millones de euros.

El escenario con que se encontró supuso un descomunal impacto en un tendero que, a pesar de su experiencia en el Parlament de Catalunya, veía cómo su anhelo se transformaba en una pesadilla. Es el momento más complicado que le ha tocado afrontar en estos doce años. «La economía estaba no a cero, sino por debajo; no podíamos pagar las nóminas, los proveedores, nada. Los bancos nos perseguían para cobrar y no teníamos dinero», recuerda, dolido, el alcalde saliente. «Se tuvieron que tomar soluciones muy drásticas», reconoce. Pellicer expresa que fue «muy difícil» superar el crítico periodo, tanto en el contexto político como en el íntimo, y que prefiere «no hablar». «No lloré, pero casi, casi», suelta. Las tinieblas vuelven a nublar su mente, pero el sol volvió a salir.

La calma después de la tormenta

Sin embargo, y a pesar de la ruptura del pacto de gobierno con el PP, CiU volvió a ser la fuerza más votada en 2015, pero los acuerdos con ERC y Ara Reus no serían suficientes para obtener la mayoría. «Eso provocó, por ejemplo, que los impuestos no los pudiéramos tocar nada durante cuatro años, cosa que representó un lastre importante en la economía», rememora. La situación, marcada además por el proceso independentista, se tuvo que revertir en el siguiente mandato para garantizar que se mantenían todos los servicios. La tercera legislatura tenía que ser la de la calma. La fórmula se repetía y Junts, ERC y Ara, ya con mayoría, se repartían el pastel. La hora de completar los grandes proyectos había llegado. Nadie avistaba que, en el horizonte, se acercaba una tormenta que lo cambiaría todo. «Cuando lo teníamos todo bien, vino la pandemia, que no nos permitió hacer las inversiones que correspondían en el momento, cuando teníamos ya la economía saneada», recuerda. Más de diez millones de euros se destinaron a múltiples paquetes de acciones dirigidos a «ayudar la gente», una inversión considerada prioritaria y necesaria, pero que, al mismo tiempo, suponía cambiar el destino de las partidas previstas. «Habríamos podido hacer muchas más cosas con este dinero como, por ejemplo, más pisos», detalla Pellicer, quién, precisamente, había anunciado en campaña la proyección de mil viviendas de alquiler social.

Pellicer no se ha encontrado nunca con un mandato dócil en el que poder ejecutar su hoja de ruta, pero se siente satisfecho con la evolución que ha vivido Reus. «Creo que la ciudadanía, en general, está contenta», valora. El renovado paseo de la Boca de la Mina –la niña de sus ojos, a falta de incorporar el parque de la Bassa Nova, a la espera de volver a redactar el proyecto después de que la licitación quedara desierta–, el Mas Totosaus, la Hispània, el Centro Cívico Gregal, la pacificación del núcleo histórico, los poliligeros o el Centro Social El Roser son algunos de los galones que puede lucir en la solapa de la americana. «¿Qué nos ha faltado? Servicios y equipamientos, y en eso estamos, en la etapa de hacer vivienda», puntualiza, señalando tanto el proyecto en la antigua cochera de autobuses de Horts de Miró como la promoción de Redessa en Mas Iglesias. «Mi idea ha sido poner el equilibrio y hacer una ciudad donde se viva bien, una ciudad que sea agradable y buscar inversiones para que la gente se gane la vida», reflexiona. «A base de muchas pequeñas inversiones, hemos hecho una ciudad donde vale la pena vivir», concluye.

Está orgulloso del trabajo hecho, pero no olvida hacer autocrítica. Comenta que le hubiera gustado dedicar más tiempo y dinero a la construcción de viviendas de alquiler social, al acondicionamiento de zonas verdes, al parking de autocaravanas, a la adquisición de suelo industrial –previendo, también, la reparcelación de sectores para disponer de pastillas lo suficiente grandes para que puedan instalarse las compañías interesadas– y a la proyección del CEPID 2, con el objetivo de dar «un salto muy potente en el ámbito de las empresas tecnológicas». «Tampoco hemos querido pedir más crédito», explica, recordando el «lastre» vivido por la covid. Estos serán retos que, en todo caso, tendrá que coger el nuevo gobierno. «Habrá la suficiente masa económica para afrontar lo que nos venga», remacha. Pellicer deja un último deber pendiente: hablar con Adif para transformar la playa de vías en un espacio verde y residencial.

Las renuncias del camino

El sueño se ha cumplido, pero recorrer este trayecto de doce años ha implicado tener que hacer renuncias. En concreto, el tiempo y la vida privada han resultado ser los elementos sacrificados. «Cori –su mujer– ha entendido siempre que esta era mi vocación y cuál era el rol de cada uno, pero hemos seguido un camino que continúa y que ahora entrará en nuevas etapas», manifiesta. Encontrar el equilibrio no ha sido una tarea fácil y, por lo tanto, celebra haberlo descubierto. «Sin ella, sería difícil llegar donde he llegado», inserta. «Equipo» es una de las palabras que Pellicer utiliza más para definir el tándem conformado con su pareja, y la repite para remarcar una de las claves de la gobernabilidad de un municipio. Ha trabajado codo con codo con partidos tan dispares como el PP, ERC y Ara Reus, pero está orgulloso de los «equipos» de concejales y técnicos municipales de los que ha formado parte. Pellicer afirma que la dinámica de entendimiento y unión se explica, sobre todo, por el objetivo común de mejorar Reus. «La confrontación sólo lleva a problemas y a no avanzar», analiza, diagnóstico extrapolable a la relación entre la capital del Baix Camp y Tarragona. Se tiene que caminar juntos y en la misma dirección para certificar la potencialidad del área metropolitana del sur de Cataluña –que no la «segunda» área metropolitana, porque «segunda no lo somos»-.

No le dolió que se cambiara la ubicación de la estación intermodal, pasando del terreno adyacente al Aeropuerto hacia el término municipal de Vila-seca, porque allí se encuentra «el nudo ferroviario por excelencia del Camp de Tarragona». «¿Antes estaba más en término municipal de Reus? Sí, pero ¿de qué nos sirve que esté en el término municipal si no da todo el servicio que tiene que dar?», reflexiona. Cree que las «políticas más egocéntricas o de campanario» tienen que ceder espacio a «compartir». «Reus es Reus, Tarragona es Tarragona, Salou y Cambrils son Salou y Cambrils, pero nos tenemos que entender en cosas importantes más allá de mantener cada uno su idiosincrasia», remata.

El final de una era

El 17 de junio del 2023, Carles Pellicer dejará de ser, oficialmente, alcalde de Reus. Se va «tranquilo», se va «bien», se vaél. Porque ha querido. Y eso no lo puede decir todo el mundo. «La misma vocación hace que tome estas decisiones», valora. Es el tesoro de la libertad. Señala que lo último que querría es ser «un tapón» y la hora de dar un paso al lado ya ha llegado. Al día siguiente del traspaso de poderes, el 18 de junio, ya no esperará ninguna llamada. Podrá apagar el teléfono móvil, relajarse y rememorar –u olvidar, según le apetezca– los momentos vividos durante tanto tiempo, recordar a cada una de las personas que ha conocido gracias a su cargo y que se lleva como «tesoro». Un botín bien lleno. El tópico dice que el verdadero tesoro son los vínculos formados en la búsqueda del sueño, y Pellicer es de esta opinión. «He hecho muchas amistades, he conocido personas que nunca hubiera podido conocer», afirma con orgullo. «Ser alcalde, para mí, ha sido un honor».

El tendero seguirá rondando por Reus lo que quedará de mes. Todavía no se ha cansado. Quiere vivir Sant Pere, no contempla perderse la Fiesta Mayor. No obstante, este año, no lo hará desde el balcón del Ayuntamiento, sino desde la plaza del Mercadal. Como un ciudadano más. Un reusense más que hizo de alcalde y que, ahora, volverá a estar entre la población.

El 1 de julio del 2023, Carles Pellicer se enfundará el casco, subirá a la motocicleta y, con sus amigos, emprenderá una ruta por Europa para desconectar, una palabra que, hasta ahora, le era desconocida. Será un mes de gasolina, de asfalto y de quemar rueda. En noviembre, hará 65 años. La idea de la jubilación empieza a sobrevolar. La puerta de la política, sin embargo, la deja medio abierta. «No hay que cerrarse las puertas», subraya. Nunca se sabe. «Después, ya haré», concluye.

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