Hiperactividad y nerviosismo en Reus para suceder a Pellicer
Junts, ERC, PSC y Ara Reus hace cuatro meses que corren para llegar en primera posición a la línea de salida de la campaña electoral, pero todavía falta la carrera oficial
La campaña electoral acaba de inaugurarse oficialmente, pero los partidos políticos hace meses y meses que corren. En lugar de plantear la esperada carrera al sprint, en la que los atletas tienen que demostrar su potencia y seducir a los espectadores con sus zancadas, la renuncia de Carles Pellicer a la reelección forzó a programar una reactiva prueba de fondo. El objetivo no era atravesar la meta en primera posición, recibir los victores de la grada, sino, tan sólo, ser el primero en colocarse en la línea de salida.
Los tres peces gordos que se batieron en duelo en el 2019, Junts, ERC y PSC, se han apuntado al espontáneo reto. Ara Reus no ha querido quedarse atrás, para demostrar que no ha sido la tercera pata del gobierno, sino que quiere que se le tenga en cuenta a la hora de hablar de aspirantes al título. Todos ellos sabían que estar un centímetro por detrás podía condenarles antes de tiempo. Había que demostrar superioridad y, en este caso, parecer serlo ya es determinante.
Teresa Pallarès (Junts), Daniel Rubio (Ara) y Noemí Llauradó (ERC) se sucedieron presentándose como alcaldables restando todavía tres meses para la cita con las urnas. Ellas optaron por efectuar un golpe de efecto en el Teatro Bartrina; él, por una Sala Santa Llúcia que se le quedó pequeña. La tercera mujer en discordia, Sandra Guaita (PSC), esperó un poco más, en marzo, para erigirse en alternativa para «relanzar Reus».
Se tenía que hacer cola para entrar en los Vermuts Rofes. No obstante, no se puede decir que los socialistas fueran los últimos en mover pieza, todo lo contrario. El 30 de enero, ya habían anticipado la propuesta electoral de programar una aplicación móvil para denunciar los desperfectos de la vía pública. Era un primer peón que empezó a recorrer las casillas del tablero.
Desde entonces, caballos, alfiles, torres, reyes y reinas han ido avanzando sin descanso. Idea tras idea se empezó a pronunciar. El ritmo empezó siendo de una propuesta por semana, pero con el balance de mandato ya terminado, aunque la legislatura no había concluido, el fuego ya fue a discreción. El nerviosismo se notaba –y se nota– en el ambiente. De manera diaria, las noticias se proyectaban, impactaban y se desvanecían.
Ir desgranando el programa con píldoras era buena iniciativa para asegurar el comportamiento de la población, que los mensajes que se quieren transmitir se entiendan y cuajen, pero con el bombardeo masivo e indiscriminado, las preguntas y las dudas sustituyen las certezas: ¿qué quedará para anunciar durante la campaña? ¿La gente recordará lo que se ha dicho en enero, en febrero, en marzo, en abril o la semana pasada? ¿Ganará la liebre o el exceso de confianza permitirá a una tortuga protagonizar la sorpresa?
Con Junts, PSC y ERC jugándose, previsiblemente, la alcaldía, un pacto entre dos de las fuerzas podría ser suficiente para cerrar la plantilla de gobierno. Públicamente, Pallarés y Guaita han intercambiado los primeros reproches, con el servicio ferroviario como chispa que ha encendido la mecha. Llauradó mantiene la calma. Sea como sea, saben que la posibilidad de liderar la ciudad en solitario es una utopía. Pactando, quizás tampoco es suficiente. Sería de esperar que el entendimiento se tuviera que extender a una tercera banda. Ara Reus, después de dos legislaturas con un rol idéntico, aceptaría gustosamente conservar el poder y seguir trabajando en el seno del ejecutivo. No es, sin embargo, la única candidatura restante.
Las izquierdas, cara a cara con un mismo objetivo
Las odiosas comparaciones entre la CUP y Reus en Moviment han sido una constante desde la presentación de la plataforma encabezada por David Vidal. Para más inri, ambas formaciones han apostado por una estrategia de precampaña similar. Sin llegar a la intensidad e hiperactividad de Junts, PSC, ERC y Ara, no se han quedado de brazos cruzados. Los anticapitalistas han trabajado de lo lindo para proyectar a Mònica Pàmies como la cara de la candidatura.
Los concejales salientes, Edgar Fernández y Marta Llorens, le han acompañado en la mayoría de actos para entregarle el relevo y dejar atrás la percepción que solo era la número 3. Por otra parte, ReM ha buscado mostrar que va más allá de Vidal. Persona consolidada en la política municipal, ha sido acompañada, como mínimo, por otro miembro de la lista en todos los actos organizados, que le ha ayudado a detallar las propuestas. A veces, el alcaldable ni siquiera cogía el micrófono.
En el escenario de las izquierdas, En Comú Podem y Nazaret Troya han adoptado una posición más reservista. Poco a poco, se han ido dejando ver, reservando fuerzas para el Tourmalet que tienen por delante. De una vez por todas, quieren entrar en el consistorio. La fragmentación y la multiplicidad de opciones pueden ser los factores que les beneficien y ayuden a dar el siguiente salto o que les cierren la puerta en las narices un año más.
Una derecha silenciosa
Con la excepción de Valents y Dolores Compte, la derecha, disgregada, ha mantenido, por ahora, un perfil bajo. De hecho, el único partido actualmente con representación en el pleno, Ciudadanos, esperó a esta semana para dar señales de vida. La propuesta del equipo encabezado por Débora García, retirar las ayudas sociales a los «delincuentes reincidentes», buscó causar impacto para seducir a los votantes que se hayan planteado migrar hacia otras formaciones, como un PP que, con Sílvia Virgili, pero sin olvidar a Sebastià Domènech, aspira a volver al pleno. Vox y Julio Pardo amenazan con irrumpir con fuerza y aprovechar la indecisión de los votantes más conservadores.
No se puede omitir, tampoco, el trabajo hecho por Entre Veïns. Aglutinando movimientos asociativos de la ciudad, han ido picando piedra, dándose a conocer por los barrios. En el 2019, ya fue la fuerza más votada en un distrito, en el sur del municipio.