Presidente del laboratorio ciudadano SeniorLab
Sociedad
«El edadismo existe en nuestra sociedad y habría que corregirlo»
El ex alcalde afirma que las personas mayores quieren «ser útiles» y que se ve afectada por prejuicios por su edad
Josep Abelló fue alcalde de Reus entre 1985 y 1999. Como «político jubilado», impulsó el SeniorLab, un laboratorio ciudadano que busca redefinir a una sociedad cada vez más longeva al detectar «la soledad terrible» que sufrieron las personas mayores con la pandemia. Sus conversaciones se fundamentan en la intergeneracionalidad y la interdisciplinariedad. Prefiere hablar de longevidad, «que es un valor», en lugar de envejecimiento.
— ¿Qué vieron con la pandemia?
— La pandemia mostró que la sociedad tiene asumidas cosas que habría que corregir, y una de ellas es el trato hacia las personas mayores.
— ¿Qué quiere decir?
— Como dijo un médico valenciano que reunió firmas para que los bancos atiendan presencialmente, yo no soy idiota. No me digas que vienes a ayudarme. Quiero que sepas que existo y que tengo mis limitaciones. Pregúntame si necesito ayuda con el móvil o los cajeros automáticos y ya te diré cómo lo tienes que hacer. Énseñame a utilizarlo. El edadismo –los prejuicios y la discriminación que sufren las personas mayores a raíz de su edad– existe.
— ¿En la sociedad hay edadismo?
— Sí, sin duda. La banca es el ejemplo más sencillo. «Ay, no sufra, yo lo ayudaré, eso es muy fácil», te dicen, sin preguntar si sabes utilizar el cajero. «Yo se lo arreglaré, mire, apriete aquí», y te llevan el dedito hacia la pantalla. Escuche, no. Soy una persona adulta. No me trate como si fuera bobo. Este trato es inadecuado.
— ¿Al ver a una persona de cierta edad, ya van directamente a ayudarla?
— Sí. Nosotros queremos ser útiles. Yo tengo la suerte de haber encontrado eso. Los ancianos no quieren ir a los casales. Allí sólo hay personas mayores y no hacen nada más que jugar al parchís y ver series. Está la madre de una compañera que va a un casal y no le gusta nada, pero es una mujer muy culta y después va a hacer lecturas a otro lugar. Está encantada. Hablo de una persona, pero esta sabe leer y otra sabrá coser o cocinar. Hacemos que la gente se relacione.
—¿ Los casales son una manera de aislar a las personas mayores?
— Los ancianos están solos. Sólo hay gente de aquella franja de edad.
— ¿Cómo evoluciona el proyecto?
— Cuándo presentamos el laboratorio en mayo, estábamos cerca de las elecciones y sabíamos que habría un paro, no de nuestra actividad, sino del compromiso político. Estamos en un grado de madurez importante, pero sentimos que no hemos podido generar una estructura de base que sustente el proyecto, que todavía no hemos llegado a la fase de prototipar las ideas. Nos reunimos gente muy diversa y, de hecho, los que somos menos somos los jubilados. Eso quiere decir que los compañeros tienen que sacar tiempo de su vida laboral y personal, y cuesta. El gran dilema es ver realidades. Teníamos que esperar a que las estructuras políticas se acomodaran. Ahora empezamos a preparar proyectos para algunas instituciones. El laboratorio no ejecuta. Piensa, propone y busca quién lo haga posible.
— ¿Por donde pasa el futuro?
— Hay mucho camino a recorrer. Es más fácil estar detrás de la pancarta quejándosete que arremangarte. Ahora la ciudad reclama que nos arremanguemos. Cuando analizamos la pandemia, vimos la soledad terrible que podían sufrir las personas mayores, pero también la esperanza, en aquellas salidas a partir de las 20 horas. ¿Por qué no nos aferramos a eso también? ¿Recordamos cómo nos ayudábamos? La energía la tenemos en la ciudadanía. Busquémosla.