«Todos podemos ser agentes de prevención del suicidio y eso se hace escuchando»

Laura Horcajo es psicóloga y superviviente. Hace una década perdió a su madre por suicidio. El momento de la muerte fue «muy traumático», pero los años previos también estuvieron llenos de «mucho dolor». En ningún momento se encontró con alguien que lo entendiera. El estigma por la muerte y, en concreto, por el suicidio hacía que la gente considerara que lo más oportuno era «no ponerse para no meter la pata». «Con bastante trabajo hay recursos para la persona en riesgo, pero a los familiares se los deja totalmente de lado», afirma. Trabajado el periodo de duelo, se unió a la Asociación Catalana para la Prevención del Suicidio (ACPS) para suplir una «carencia» y ayudar a los familiares en el momento que una persona está en riesgo.

— ¿Todavía es un tabú el suicidio?

— Sí. Empieza a no serlo, pero cuesta mucho. Cuándo hago formaciones, muchas veces me dicen «yo no soy psicólogo, he derivado a quien corresponde». La actuación está bien hecha, pero tenemos que tener en cuenta que todos podemos ser agentes de prevención en el suicidio y eso se hace, simplemente, dando cabida a hablar, porque quizás aquella persona está encontrando en ti el primer espacio donde puede expresar sus sentimientos, y eso en sí ya es una prevención. El primer paso lo podemos dar todos. No cerremos esta puerta.

— ¿A la población le cuesta detectar que a su alrededor hay conductas con riesgo de suicidio?

— Sí. Aquí tienen un rol muy importante los mitos. Se dice que quien lo dice, no lo hará ; que quien quiere hacerlo, no lo va diciendo ... Estos mitos nos dejan más tranquilos. Si creemos que quien lo dice no lo hará, ya está, problema tapado. Realmente, cuando alguien te dice «estoy cansado de todo», eso es una señal, pero a veces nos lo saltamos para protegernos a nosotros mismos. Además, nos han enseñado que la conducta se extingue si no le haces caso. Es un principio en psicología que puede funcionar, pero también es verdad que, antes de que se extinga, va subiendo de nivel, y en los adolescentes no hay tanto margen desde la tentativa al suicidio, porque hay más impulsividad y la corteza prefrontal no está todavía bien trabajada. Estamos asumiendo un riesgo muy alto.

— ¿Cómo se prevé el suicidio?

— En primer lugar, no se tiene que tener miedo a hablar. La información es poder. Si conocemos los factores de riesgo, como puede ser que aquella persona pasa por una crisis vital; los factores protectores, como tener una buena relación familiar; y las señales de alerta, como verbalizar la ideación suicida o autolesionarse, ya tenemos mucho hecho. Como a más gente lo conozcamos, más fácil es hacer esta prevención.

— ¿Cuándo se detecta que una persona está dando señales, como se tiene que actuar?

— Preguntando directamente. Sin presionarla, pero haciendo que sepa que estamos aquí, que lo escucharemos, que no la juzgaremos, y, después, dando la alerta a profesionales y ayudándola a buscar los recursos que tiene al alcance.

— En general, ¿la sociedad es empática en estos casos?

— Cada vez somos una sociedad más individualista y eso ente desempatiza mucho del otro. En concreto, en el riesgo por suicidio, hay un factor de autoprotección. Como no sé qué hacer con este problema, mejor lo minimizo y pienso que no existe.

— También se tiene que trabajar para romper esta coraza.

— Exactamente. Lo que puedes hacer es escuchar. Tienes tu rol de familiar o persona próxima, que no de profesional. No tienes que solucionar el problema. Tienes que acompañar y escuchar.

— ¿El personal sanitario está lo bastante formado en suicidio?

— No. Como psicóloga, he hecho el grado y un máster y el suicidio no es una asignatura, ni siquiera un módulo. Toda mi formación ha sido porque la he buscado externamente. Los médicos de cabecera son el primer punto de contacto para la población en riesgo y, como no tienen esta formación, les es muy difícil actuar.