150 días en los que el ángel se convirtió en demonio
El nuevo gobierno está haciendo frente a las protestas por la subida de impuestos
Doctor Jekyll y Mr. Hyde. El gobierno de Reus ya ha superado los primeros 100 días de no beligerancia. Hoy se suman 150 desde que Sandra Guaita alzó la vara de alcaldesa. En este tiempo, ha pasado de ser un ángel salvador a transformarse en el demonio, ateniéndonos a la percepción de la siempre sesgada opinión pública, que ya ha llegado a pedir su cabeza. Y, quizás, no es ni una cosa ni la otra; o lo es todo.
La tríada de PSC, ERC y Ara Reus no quería que los primeros asaltos fueran de tanteo. Los planes de choque demostraban que se tenían que poner a ello para arreglar una localidad que, desde la órbita socialista, no se cansaron de definir como «gris». De la roja casaca insignia de Guaita también colgaban unas relucientes medallas por la consecución del RENATUReus y el concurso público para la construcción de viviendas de protección oficial en Mas Iglesias, aunque fueron batallas luchadas antes de su llegada al trono. Una victoria es una victoria y se tiene que celebrar.
Con el final de la tregua, gobierno y oposición fueron a la guerra. Ya advirtió el emperador Marc Aureli que el arte de vivir aparenta más una lucha que una danza, y el de dirigir una ciudad no es distinto. Guaita y su general de Hacienda, Manel Muñoz, sabían que tocaba tomar decisiones impopulares. Las ordenanzas fiscales requerían salir del congelador y actualizarse –a la inversa que la Ganxet Pintxo, que mantuvo precio en la edición de otoño a pesar de la subida de la primavera–.
Eran conscientes de que recibirían las negativas de la oposición y parte de la población. Y así fue. Cuatro concentraciones de protesta se han sucedido y quién sabe cuántas quedan. Pero han sabido utilizar la carta del cambio de sentido. El incremento de los impuestos irá acompañado de un plan de inversiones para el 2024 calificado de «histórico». Indirectamente, han postergado el debate para que sea en doce meses cuando se valore si el esfuerzo ha tenido su recompensa.
No hay que olvidar que al lado del PSC está ERC y Ara Reus. Con Noemí Llauradó y Daniel Rubio como caras visibles, han sido el asno de unos golpes que llegaban por todos lados. Junts, Vox, CUP y PP cuestionaban su silencio mediático –no replicaron hasta el último pleno–. Guaita y Muñoz atacaron un anterior ejecutivo que «se hizo cargo solo de pagar la hipoteca», como si los socios no hubieran formado parte. Sin embargo, de puertas afuera, han demostrado compromiso.
El discurso oficial es que han entendido qué se había hecho mal y han aprendido de sus errores. O como mínimo, como Agnese Amato y Gabriella Rossi enEl paraíso de las señoras, se están esforzando por mostrar cordialidad en público y que el trabajo salga adelante a pesar de sus desavenencias. Pero si alguien molesta demasiado, la telenovela italiana enseña que siempre se le puede enviar a Australia, como Riccardo Guarnieri parece sugerir a Angela Barbieri. Carles Prats, sin nuevo Mercat del Carrilet, ha abandonado el barco.
150 días ha tenido el nuevo gobierno para dejar patente su talante. Todavía es temprano para emitir una sentencia, pero parece dispuesto a transformar Reus. Y, si no lo consigue, siempre quedarán las fotos de las redes sociales.