«El true crime nos gusta porque nos convierte en detectives de sofá»

— A través de casos reales, nos explicas cómo es el trabajo que hace Narcís Bardalet, médico forense. Lo describes como una mezcla de Grissom y Colombo. ¿Por qué?

— Hoy los forenses disponen de una tecnología revolucionaria para hacer hablar los muertos. De aquí la mención a Grissom. Pero la ciencia no lo resuelve todo, y a menudo la observación y el instinto son clave. Por eso hablo del Colombo, aquel detective que sabía camuflarse con el entorno y que siempre tenía el radar puesto. Bardalet es capaz de rodearse de gente de todas las clases sociales sin sentirse incómodo. Es como un camaleón.

— Hablando de la observación y el instinto... En el libro describes varios casos donde fueron clave para encontrar a los culpables.

— Sí. En el caso del secuestro de Isidre Plana, por ejemplo, la intuición de  Narciso es determinante para descubrir que el incendio de un coche en Vallgorguina, en el que han muerto los dos ocupantes, no ha sido fortuito, sino que alguien les ha querido silenciar previamente. O en el caso de la gitana del barrio del Bon Pastor, la actitud de tener siempre las antenas conectadas y de hacer preguntas, incluso sabiendo las respuestas, le permite descubrir a una cómplice del asesinato... muchos años después del suceso.

— Y, aun así, hay crímenes que quedan sin resolver. ¿Cómo lo viven los equipos de investigación y forenses, cuando pasa una cosa así?

— Pues con mucha frustración. Un ejemplo paradigmático es el caso del asesinato de una modelo en el Estartit. Todo el mundo está convencido de saber quién es el culpable, pero el caso se tiene que cerrar porque no hay pruebas concluyentes. Los jueces tienen que ser ecuánimes, no se pueden guiar por filias y fobias. Años después, la aparición de la técnica del ADN permite reabrirlo.

— Explícame cómo fue la cocina de este libro: te entrevistaste con Bardalet, tuviste acceso a informes, presenciaste alguna sesión forense...?

— Todo... ¡menos presenciar una autopsia! Les investigaciones han sido reconstruidas a partir de la memoria y de la agenda de Bardalet, pero también gracias a las sentencias judiciales, los análisis psiquiátricos, la hemeroteca, las entrevistas a guardias civiles, mossos, jueces, forenses, funerarios... Al fin y al cabo, pasado por el cedazo literario.

— Explicas el caso del asesinato de Maria Rosa Pou, que sucedió aquí a Vilafortuny, en 1984. Se encontró el culpable, pero no una explicación para el crimen tan brutal. ¿Cómo se concluyó?

— El culpable fue condenado a veintiún años de prisión por un delito de asesinato con alevosía y con el atenuante de alienación mental incompleta. Como su padre había sido durante muchos años juez de la demarcación tarraconense, se consideró más prudente recluirlo en la prisión de Figueres que en un centro penitenciario más próximo. Por estos designios de la justicia, fue Bardalet quien le tuvo que hacer un examen exhaustivo y llegó a la conclusión que la mató sin motivo alguno.

— Te avanzaste al éxito en nuestra casa del True crime. ¿Por qué crees que nos fascina tanto este género?

— Creo que, sobre todo, por dos motivos. Primero, porque tanto el True crime como la novela negra hacen disparar nuestra adrenalina y nos permiten experimentar sensaciones de peligro sin peligro. Y, segundo, porque a muchos entes gustar hacer de detectives de sofá e intentar descubrir el intríngulis de un misterio.

— En el epílogo, Bardalet explica que su trabajo lo ha hecho apreciar más la vida, variar la escala de valores e incluso creer en Dios. ¿A qué conclusión personal llegaste tú, después de escribir este libro?

— A mí me ha hecho reflexionar sobre la fragilidad de la vida y lo fácil que es morir, y sobre los impulsos, a menudo inexplicables, que nos pueden conducir a hacer una barbaridad.

— Este libro relata casos reales, pero pones tu dosis literaria. ¿No has pensado en dar el paso a la novela negra?

— ¡Pues sí! Justamente mi primera novela, No et refiïs dels teus records (editorial Columna) se publicará el 7 de febrero. Y Bardalet –convertido en personaje de ficción– hará un breve cameo.