Les crines surcan el viento desafiando el frío
Reus vivió una nueva edición de los Tres Tombs a pesar del incipiente frío que hizo que parte de la población temiera que se cancelara la salida
Emperifollarse un domingo es menester para parte de la población. Ayer, sin embargo, el centro de todas las atenciones, baños, cepillados y mudas no fueron los reusenses y las reusenses, sino los caballos: la Fiesta de los Tres Tombs paró el frenesí durante unas horas y embelesó a la ciudadanía, cautivada contemplando el trote de los équidos, las sacudidas de los carruajes y los atavíos de los jinetes; algunos, transportados directamente desde inicios del siglo XX.
En los instantes previos a empezar la cabalgata, los animales, pequeños y grandes, recibían todo tipo de mimos, y no parecían estar nada disconformes. Un presumido ejemplar contemplaba fijamente su rostro en el cristal de un turismo estacionado en el Parque de la Festa y no podía parar de mirarse, estupefacto porsu majestuosidad. Los dueños se esforzaban en dejar las crines bien lustrosas y unos burros, sabedores que su carga a trajinar serían personas, esperaban pacientemente sin renegar. Su docilidad contrastaba con la fiereza de otros individuos, aparentemente indómitos, que se resistían a obedecer órdenes. Quizás no era cuestión de rebelión, sino que los mismos jinetes y organizadores tenían otra preocupación en mente.
«¿Se harán los Tres Tombs?», se oía decir a más de uno antes de llegar al Parque de los Capellans. El viento y el frío no animaban a ir a ver los équidos poniéndose a punto y sólo unos pocos valientes, con la chaqueta atada hasta arriba y escondidos en sombreros y bufandas, se atrevieron a acercarse a la salida. A pesar de las dudas, las dificultades para unir todo el pasacalle y algún cambio de filas de última hora —un carruaje modificó la disposición de sus caballos porque uno de los que ocupaba un espacio central tenía tanta energía que quería encabezar a la comitiva—, el desfile arrancó, presidido, como no podía ser de otra manera, por Sant Antoni, la policía montada y el transporte de las autoridades políticas. En una época en que se están invirtiendo esfuerzos por reintroducir el amenazado caballo de Przewalski a la naturaleza, no podía faltar la cita reusense para dar a conocer la belleza y el respeto por los équidos.
Caballos, asnos y jinetes no estuvieron solos: se les unieron a la fiesta lla Banda de Cornetes i Tambors Verge de Misericòrdia y la traviesa Somera de Reus, que no se quiso perder la fiesta. Llegados a la avenida del doctor Vilaseca y, especialmente, a la calle de Sant Joan, el desértico panorama de la salida quedó en el pasado y cada vez eran más decenas las personas que esperaban, pacientemente, que los carruajes fueran completando el Tomb de Ravals. Había que aprovechaban para intentar adquirir naranjas que uno de los participantes transportaba. Al llegar a la plaza de la Puríssima Sang, y habiendo completado la mayor parte del trayecto, era la hora de bendecir los animales y agradecerles su trabajo.