Semana Santa
Miércoles Santo avanza con el reflejo de la lluvia
La sensación persistente de chaparrones afectó a las procesiones
Las calles de Reus se encontraban impregnadas de un silencio expectante en este Miércoles Santo. Aunque la lluvia había sido una compañera persistente durante los últimos días, nada podía cambiar la esperanza de los reusenses de asistir a la venerada Procesión del Prendiment. Sin embargo, hasta el último momento, la angustia y la incertidumbre reinaban entre la comunidad, ya que las nubes grises seguían amenazando con otro episodio de lluvias. «Hasta las 20 horas no decidiremos si se tira adelante», aseguraba el cofrade mayor de la Cofradía de los Sants Just i Pastor, Marià Gil.
Con la sensación persistente de la lluvia que colgaba en el aire como una amenaza constante, los fieles se dirigieron hacia la puerta principal de la Prioral de Sant Pere. La atmósfera estaba tensa, cargada de la incertidumbre que sólo la naturaleza podía infundir. Minutos antes, una cincuentena de personas esperaban la decisión final. «Saldrá con un cuarto de hora de retraso, subirá hacia la plaza Mercadal y volverá a bajar», se escuchaba como respuesta a la angustia de la gente que esperaba. A las ocho y media, la banda de Cornetes i Tambors de Sant Pere Apòstol empezaba a dar el paso en la plaza Sant Pere. Al cabo de cinco minutos, los armados hacían sitio delante de la puerta para, después de cinco años y aprovechando la ocasión de la celebración de los 75 años fundacionales de la Cofradía de los Sant Just i Pastor, dar paso a la Lectura de la Sentencia del Pilat. Con una voz profunda, se empezó a leer las palabras que resonaban desde tiempos inmemoriales.
Los fieles se recogían en un silencio reverente, conscientes de la profunda significación de este momento. La Sentencia de Pilat, un recordatorio de la injusticia y el sacrificio, se convertía en un testigo vibrante de la fe de los creyentes. Después de toda la incertidumbre que había dejado este Miércoles Santo nublado, con el sonido de las campanas marcando las 9 de la noche, el agua de la lluvia que había quedado impregnada por las calles reflejaba los pasos lentos, pero seguros, del inicio de la procesión.
Seguidamente, se dirigió a la plaza Mercadal y, con una resonancia solemne, hicieron su entrada. Un centenar de personas rodeaban la plaza para dejar paso a la procesión con el ritmo de los timbales. La gente se congregaba en torno a los pasos, con los ojos fijos en las imágenes religiosas que pasaban delante suyo. Los reusenses, desde los balcones, admiraban el paso firme. A las 9 y media, las cornetas dejaron de sonar y un silencio expectante llenó el ambiente mientras la gente se preparaba para un momento especial. Desde un balcón de la Casa Navàs, uno de los edificios emblemáticos de la plaza, se alzó una voz solitaria, empezando a entonar una saeta. Los momentos de silencio entre las estrofas parecían alargarse, como si el tiempo se detuviera, hasta que los aplausos resonaron por toda la plaza para dar paso a la continuidad de la procesión, que siguió su camino hasta volver a reencontrarse en la plaza de Sant Pere.
Horas antes del anochecer del Miércoles Santo, por las calles de la periferia de la ciudad, la Germandat de Sant Josep Obrer se preparaba para «reanudar la Solemne Procesión Penitencial, que quiere ser una pequeña luz dentro de un barrio que, últimamente, no tiene buenas notícias» explicaba al presidente de la Germandat, Josep Ruiz. El agua acabó aguando un momento que tenía que ser especial y lleno de luz.