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Memoria democrática

Les hermanas de Puig Antich, en Reus: «En aquella época, la única opción que había era la lucha armada»

El militante anarquista fue condenado a muerte después de un proceso judicial con errores procedimentales e injusto

Les germanes del militant anarquista porten anys demanant la nul·litat del cas.

Les hermanas del militante anarquista llevan|traen años pidiendo la nulidad del caso.Gerard Marti Roig

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En cincuenta años pasan muchas cosas. Nuestros pueblos y ciudades se transforman y su gente también. Las calles cambian de dirección y donde había una frutería ahora es una tienda de videojuegos. Parece que todo está en constante movimiento, pero hay una cosa que se mantiene inmutable, que es la memoria.

Este es el caso de Salvador Puig Antich, un joven de 25 años anarquista y antifascista que fue ejecutado en marzo de 1974, siendo considerado una de las últimas víctimas del franquismo. Su memoria ha perdurado en el último medio siglo gracias al trabajo hecho por sus cuatro hermanas.

Un buen hombre, pero con ideas

En un acto celebrado en la Biblioteca Xavier Amorós de Reus, que reunió a una sesentena de personas, Carme y Montse Puig Antich, dos de las hermanas del joven antisistema, junto con el periodista Jordi Panyella, escritor del libro Salvador Puig Antich: Caso abierto, ofrecieron un coloquio rememorando cómo fue el caso de su hermano.

«El Salvador era una persona pacifista, afectuosa y que ayudaba en todo lo que podía», recuerda Montse, con añoranza, aunque añade que, «era un antisistema y anticapitalista y, en aquella época, la única opción que había era la lucha armada». Unas palabras que provocaron las lágrimas de su hermana, Carme, que fue incapaz de pronunciar de hablar en un primer momento. «Un Salvador del siglo XXI sería un crío que quema contenedores para protestar y provocar», Panyella.

La carta

A la vez, las hermanas recuerdan una carta que su madre le escribió en el Salvador cuando era joven: «Nuestra madre era maestro y le gusta mucho escribir. Entonces, como éramos muchos hermanos, cuando creía que nos tenía que decir alguna cosa nos lo escribía en una carta y nos la dejaba bajo la almohada. Y Salvador le escribe una cuando ella detecta que empieza a tener ideas políticas. Es una carta preciosa en que le demuestra todo el sufrimiento de una madre», recuerda con emoción a Montse.

Un hecho con el cual el periodista reflexiona: «la carta demuestra el mal que hizo el franquismo, porque todos estos maestros que habrían formado a una generación de primer nivel son apartados». «El franquismo es represión física, pero también cultural. Y esta es una manera de sacar la identidad», subraya Montse.

Inicios revolucionarios

Salvador Puig Antich pasa a formar parte de CCOO a partir del año 1967. Posteriormente, se une al Movimiento Ibérico de Liberación (MIL). «En aquella época, y con la declaración del estado de excepción del 69 por las revueltas estudiantiles, nuestra madre le pidió en el Salvador que no viniera a dormir a casa», recuerda a Montse.

Fue a partir de entonces que el contacto con la familia se redujo al mínimo, a momentos esporádicos y puntuales. «Por ejemplo, cuando murió nuestra madre el 1973 vino disfrazado con gafas sin cristal y una americana», recuerda con una sonrisa a Carme.

Detención y ejecución

«Íbamos Imma y yo por la calle cuando en un diario de un quiosco vimos la cara del Salvador. Salimos corriendo hacia el Hospital Clínico donde lo tenían bajo custodia y había un montón de policías y nos pusimos a gritar como unas locas para que nos dejaran ver a nuestro hermano», rememora Carme.

Después de una emboscada preparada por la Guardia Civil el 25 de septiembre de 1973 al Salvador y un compañero, se produjo un tiroteo en que un agente murió y Puig Antich quedó herido por un tiro en la boca y detenido.

«A partir de aquí empieza un proceso judicial que pretende esconder una actuación policial que ha sido una chapuza», explica Panyella.

«Sorprendentemente y sin ningún tipo de lógica, la misma tarde la policía le pide al juez del caso llevarse el cadáver del agente muerto del Clínico para hacerle la autopsia en la comisaría», detalla al periodista.

En una primera inspección del cuerpo al llegar al Clínico, los médicos hablaron de cinco tiros en el cuerpo del agente, mientras que el informe de la Guardia Civil contó tres, coincidiendo con los tres tiros que disparó Puig Antich.

Esta y otras incoherencias fueron sucediendo durante el caso hasta que la banda terrorista ETA asesinó en diciembre de 1973 al presidente Luis Carrero Blanco. «En aquel momento nos lo dijo, ETA me ha matado», recuerda Carme.

Finalmente, Puig Antich fue condenado y ejecutado por el garrote vil el 2 de marzo de 1974. «Fue un acto de venganza», asegura Panyella, «el juicio duró un día y los abogados no pudieron hacer nada». Uno de los últimos latigazos del franquismo que, a pesar de todo, el periodista asegura que continúa bien vive: «pedimos a la justicia la nulidad del caso, para que se reconociera que había sido un error, y lo han desestimado», critica contundentemente Panyella.

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