Entrevista
Guille Milkyway: «Nosotros hacemos el arte pequeño, el popular, no tenemos ninguna intención que no sea expresar de manera genuina lo que sentimos»
El productor y líder de la Casa Azul habla sobre el ritmo «frenético» de la industria musical, así como del momento en el que se encuentra el grupo y de su consolidación en estos 25 años de carrera
Este año la Casa Azul celebra 25 años. ¿Qué supone un número tan redondo?
«Primero, asumir la vejez (ríe). Yo nunca he sido nostálgico y no tiendo ni a celebrar la nostalgia ni a mirar el pasado de una forma idealizada. Me hace ilusión y pensamos que estaría bien celebrarlo, pero no le doy demasiada importancia. Además, solo hace 5 o 6 años que realmente el grupo funciona de verdad en directo y creo que no da la sensación que somos un grupo que lleva 25 años, sino que todavía hay aquel aire efervescente, como de proyecto que empieza. También tengo que decir que desde el inicio yo tuve muy claro que quería que este proyecto me acompañara toda la vida y, por lo tanto, nunca lo he puesto en duda. Ni me he puesto nervioso porque de golpe podía pasarme unos años sin publicar nada, ni he ido notando el peso de los años. El proyecto ha estado allí, me acompaña y también me ayuda mucho».
En el año 2019 sacasteis el disco La gran esfera y en el 2023 el EP Prometo no olvidar. ¿Cuál es el siguiente paso?
«Ya hace tiempo que estamos preparando el disco nuevo. Lo que pasa es que, como siempre, cuando uno dilata demasiado las cosas, aquello que estaba grabado y listo hace dos años, ahora ya no me gusta. Pero estoy en la recta final. Yo diría que en la primera mitad del próximo año seguro que sale el disco nuevo. Mientras tanto, estoy con otras producciones y preparando el cambio con respecto a la escenografía y el setlist».
Siguiendo en esta línea de estar tiempo sin publicar, eres de los pocos artistas que no está sometido al ritmo frenético de la industria.
«Creo que a veces perdemos esta percepción porque todo es tan frenético que nos acostumbramos. Además, percibo que hay como una cierta esclavitud de los lanzamientos. Como todo es a tiempo real y tan visible, que en cualquier momento puedes publicar una cosa y al día siguiente puedes ver cuánta gente lo ha escuchado y quién lo ha escuchado... Es peligroso. No quiero ser catastrofista, porque al final cada uno lo lleva como lo lleva, pero sí que es cierto que cuando no eres consciente, es cuando, a nivel artístico, acabas modulando la obra en función de estas cosas. Y eso, efectivamente, atenta contra la base básica de la expresión artística, por muy pequeña que sea, que dice que uno se tiene que expresar artísticamente de manera libre, auténtica, genuina y veraz, y después, si el público quiere, ya se acercará. Yo creo que el problema de hoy en día es que aunque acabes de empezar, también acabas siendo esclavo de esta cosa frenética. Parece que si se para, ya se ha acabado».
¿Esta inmediatez te ha hecho sentir presión a la hora de sacar música nueva?
«Sí que lo he notado, pero por suerte, trabajo con un sello independiente que me ha dejado hacer y deshacer, y que, simplemente, acompaña a los artistas y se adapta a su ritmo. También he tenido la suerte de ver que cuando he parado, al volver las cosas han funcionado. Hace unos años paré porque fui padre e decidí hacer más trabajo de estudio y, entonces, sí que pensaba que volver costaría mucho. Pero cuando publiqué el álbum funcionó igual de bien que los anteriores. Supongo que también depende del público y el nuestro, por suerte, es muy fiel y se mantiene con los años».
Aquellos que vayan a ver hoy la Casa Azul en Reus, ¿qué se encontrarán?
«Nosotros creemos que cuando tocamos en directo, tiene que ser un concierto no solo para los fans. Hay mucha gente que viene de acompañante o por alguien más del cartel y el objetivo es conseguir trasladar a todo el mundo esta manera de hacer que tenemos, esta fantasía y esta vitalidad, por una parte, y este intento de transmitir nuestra verdad, que muchas veces no es demasiado optimista, por la otra. Somos seis músicos en el escenario y hay mucho juego de luz y de color. Llevamos una escenografía que es sencilla, pero muy efectiva y transmite todo eso. Tenemos una canción que se llama La Fiesta Universal y es una caricatura de la extensión que se ha hecho a lo largo de la historia con el arte mayor y el arte menor, de lo que es culto y de lo que es popular. Nosotros hacemos el arte pequeño, el popular, y no tenemos ninguna otra intención que no sea expresar de manera genuina lo que sentimos».
¿Crees que el público ha cambiado a lo largo de los años?
«Yo creo que no. Hace poco fui a un concierto con mi hija y me lo miraba de lejos, pero me veía. Veía a mi yo joven, con otro estilo y otra música, pero no era tan diferente. Creo que la única diferencia con las generaciones que vienen es que no miran tanto lo que está bien que te guste y lo que no. Creo que no tienen tantos prejuicios y que por eso disfrutan de una manera más libre».
Y los artistas, ¿han cambiado?
«No, todo es un ciclo. Yo tenía un amigo que cuando criticaba todo lo que era mainstream, me decía: 'piensa que gracias a esto existe la contracultura'. Si todo el arte estándar no tuviera esta potencia, nadie tendría la necesidad de romper la barrera. Hay mucha inquietud y siempre proviene de generaciones más jóvenes, que siempre son rechazadas por la generación por encima de ellos. Y al cabo de un tiempo eso se hace mainstream y ayuda a que la nueva generación vuelva a tener la necesidad de romper con el anterior. Es un ciclo. Una cosa que sí que ha cambiado en los artistas de ahora es que la manera de pronunciar un discurso contracultural potente se hace desde el no prejuicio y eso creo que aporta más y da más herramientas a quien lo está haciendo».