Medio Ambiente
Un centenar de especies conviven en el Barranco del Roquís de Reus: garduñas, murciélagos, abubillas y golondrinas
Es el resultado de un Bioblitz que contó con la participación de una decena de personas
En el Barranco del Roquís, la biodiversidad aflora. 102 especies se registraron en el marco de un Bioblitz celebrado al principio de verano, un encuentro abierto a todo el mundo que tenía como objetivo inventariar la flora y la fauna del entorno y que se dividió en una sesión diurna y en una nocturna.
La bióloga Judit Castanyo, quien acompañó a la decena de participantes, señala que más de la mitad de las especies encontradas eran plantas y cerca de un 20%, insectos. Por la noche, el porcentaje de aves se incrementó, cuando «empezaron a salir golondrinas y vencejos».
Incluso, vio un ruiseñor, que es «extraño tenerlo tan cerca de la ciudad». La bióloga destaca el hecho de que niños y familias se animaran a hacer la actividad. «Con niños es muy divertido porque tienen muchas ganas de encontrar todo lo que puedan», declara.
Aunque mucha gente anhela tropezarse consigo con mamíferos, Castanyo explica que son «difíciles de ver». Con todo, detectó excrementos que pertenecían a una garduña, un mustélido omnívoro, que se caracterizan por ser pequeños y puntiagudos y por la presencia de manchas de color marrón «que son semillas de fruta».
«De hecho, creo que la garduña vive cerca y puede ser que matara una serpiente que encontré», apunta, haciendo referencia al hecho de que, cerca de los restos del reptil, había más defecaciones de la especie de marta, y recordando la constatada rivalidad entre los mustélidos y las serpientes, que «a menudo se intentan comer los unos a los otros».
También pudo observar rondando por el Barranco del Roquís un conejo de bosque, animal que, a pesar de ser abundante en el territorio, se considera en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, al vivir de forma prácticamente exclusiva en la península Ibérica y en el sur de Francia, si bien se ha introducido en otros países.
«Las tres son especies que no piensas ni en broma que te las encontrarás al lado de casa, pero los barrancos, y más si están en el límite de una ciudad, son zonas donde se encuentran ecosistemas diferentes y, por lo tanto, donde hay más biodiversidad», asegura.
Castanyo celebra la presencia de especies que ayudan a mantener a raya las plagas. Las aves de rapiña «comen sobre todo roedores y son un gran control de ratas y ratones»; las abubillas «ayudan a mantener a raya la procesionaria del pino»; los vencejos negros y las golondrinas «se alimentan sobre todo de mosquitos y son una buena defensa contra ellos y las enfermedades que pueden llevar».
Asimismo, se percibieron los ultrasonidos de varias especies de murciélago, un animal que, a pesar de su mala fama, Castanyo cree que se tendría que reforzar en comer, también, insectos. La bióloga no olvida que es muy positivo haber encontrado «muchos árboles frutales», destacando la presencia de granados e higueras —«la garduña está contenta en el barranco, seguro», expresa—.
«Todo árbol y toda planta que dé fruto es la base para construir un ecosistema», remarca. Asimismo, valora insectos como la chinche rayada, «que nos ayuda a cuidar las plantas», el diablito, «que ayuda a la descomposición de la materia orgánica», o múltiples variedades de mariposa.
No obstante, también tiene que comunicar «malas noticias», como el hallazgo de caña asiática, que «acidifica el sol, no deja que crezcan otras plantas y, ecológicamente, es inútil porque no ofrece alimento a nadie ni material para hacer nido», y de falsa acacia, «una planta invasora que el fruto que hace no se lo come nadie». Este árbol se planta sobre todo porque es resistente a la sequía y proporciona sombra, «pero tenemos árboles autóctonos, como el roble o la encina, que también hacen mucha sombra», rebate Castanyo.
«En grandes pinceladas, es un ecosistema bastante completo: hay plantas productoras que dan polen, néctar y fruto; herbívoros, carnívoros y omnívoros; mucha diversidad de invertebrados, que hacen prácticamente todos los papeles ecológicos que puede haber», concluye Judit Castanyo.
La bióloga apunta que, para atraer más biodiversidad animal, se tienen que plantar especies vegetales. Es un ejemplo la pasión de las mariposas por el hinojo o la ruda. «Los humanos tenemos el poder de ser arquitectos de ecosistemas, pero tenemos que aceptar que la vida no es un museo», acaba.