Cultura
Los Vilella: entre petróleo, los Rothschild y Gaudí
Josep Cruset repasa la historia de la estirpe en ‘La Pensilvània, el oro negro de los Vilella,’
La provincia de Tarragona está estrechamente vinculada con el sector petroquímico. Su origen, sin embargo, se remonta un siglo antes de la llegada de Enpetrol. Y nació en una ciudad sin puerto, en un país sin la materia prima —se importaba de los Estados Unidos— y para una persona sin experiencia previa en la disciplina. Joan Vilella Llauradó montó La Pensilvània en 1879. Fue una de las primeras refinerías de España y se ubicó en Reus, en el terreno donde, en la actualidad, repone el centro de empresas Redessa Viver.
Y fue una de las gestas de la Casa Vilella, un conglomerado de empresas y una estirpe familiar que no dejó ningún ámbito sin tocar: se adentraron en la industria textil, del cristal y del alcohol; el transporte por mar, por ferrocarril, por carretera; el comercio agroalimentario; la banca y la salud. «Estamos hablando de uno de los grupos empresariales mayores y menos conocidos que existieron en Cataluña», relata el historiador y periodista Josep Cruset, autor del libro La Pensilvània, el oro negro de los Vilella, editado por la Asociación de Estudios Reusenses, que relata cien años de trayectoria de una familia de negocios. «En Cataluña, de estirpes de industriales o de comerciantes, puedes encontrar, pero una que lo haya tocado todo es muy singular», expresa.
La obra revela, también, «capítulos absolutamente desconocidos hasta ahora» de la historia de la industria petrolera en el Camp de Tarragona, como puede ser «la guerra del petróleo que hubo a finales del siglo XIX entre La Pensilvània y la Refinería Catalana de Tarragona», que fue creada por notables empresarios para hacer la competencia a la sociedad reusense y que se instaló junto al Puerto de Tarragona. La lucha duró cuatro años. Se acabó imponiendo La Pensilvània. «I gana de manera tal que acaba comprando las instalaciones y se va a Tarragona», explica al autor del libro. El negocio en La Pensilvània estaba siendo un éxito, ya empezaba a vender petróleo por la costa Mediterránea y acabaría moviéndose por toda España. La nueva ubicación, entre el río Francolí y la carretera de Valencia, era «incomparable» logísticamente. El petróleo, cuando todavía no había vehículos de motor, se utilizaba para obtener queroseno, considerado el mejor combustible para iluminar. La fábrica de Reus se reconvirtió en planta de alcohol.
El relato de los Vilella con el oro negro continúa todavía más allá. Joan Vilella tenía el proyecto de habilitar su propio puerto petrolero en Salou, por desavenencias con Tarragona. La estirpe también construiría el primer petrolero catalán, el Ciudad de Reus.
El proyecto de Gaudí
La investigación sobre la Casa Vilella ha permitido a Cruset cruzarse con personajes de renombre, como los Rothschild. «El que más llama la atención, y francamente no contaba con encontrármelo, es Antoni Gaudí», señala. A Defensa de Gaudí, Josep Maria Guix Sugranyes comentaba que, si bien Reus no tiene ninguna obra del arquitecto, hubo dos proyectos sobre la mesa. Uno, la reforma de la fachada del Santuario de Misericordia. El otro, cuando «una casa comercial y bancaria» le encargó los planos de una casa y de su sede, a «una de las calles más anchas y céntricas de la ciudad», iniciativa que no resultó porque tenía que ocupar cuatro inmuebles que se tendrían que derribar, pero los promotores sólo pudieron adquirir tres. Guix Sugranyes nunca explicó a quien se refería, pero, con la investigación para el libro, Cruset ha podido establecer «que se refería a la Casa Vilella, sin ningún tipo de dudas,», y que el solar se encontraba en el chaflán entre el raval de Santa Anna, la plaza de Cataluña y la calle del Doctor Robert. «He acabado encontrando escrituras de compras y ventas que hacen referencia a tres casas», detalla.
Cruset piensa que los Vilella acaban abandonando el proyecto porque coincide con un momento en que sus negocios en Barcelona «se hacen extremadamente grandes, y eso hace que acaben yendo a vivir a Barcelona poco después». Sus ambiciones de vivir en una gran casa modernista no se acaba, y es que acabarían comprando el Palau Macaya.