Cultura
El concejal Josep Baiges pronuncia una conferencia sobre su padre
Ahora se cumple el centenario del nacimiento del artista Josep Maria Baiges
Dibujante, caricaturista, pintor, cartelista, vocalista, compositor, sardanista, radiofonista... Josep Maria Baiges tenía muchas caras y sobresalía en todas ellas. Era un verdadero artista polifacético, pero, él, habría renegado de esta definición. «Decía que el artista, por el simple hecho de serlo, ya tenía que dominar disciplinas bien diversas: un artista tenía que ser polifacético por naturaleza», comentaba el concejal Josep Baiges en la conferencia en honor a su padre, con motivo del centenario de su nacimiento.
Riudomenc de Reus, o reusense de Riudoms, Baiges era un «hombre feliz porque hacía lo que quería, lo que le llenaba, y quería extender su felicidad.» Era un enamorado del pueblo que lo vio nacer y de la ciudad que lo acogió, y la estima fue mutua. No quedaba ninguna silla vacía en la Sala Emili Argilaga del Centre de Lectura para escuchar al hijo del artista recordar vivencias, anécdotas, trabajos. Las paredes quedaron decoradas por figuras humanas, inamovibles, atentas, sonrientes, en que recordaban al Patufet que presidía la mesa del ponente y que Baiges había representado tantas y tantas veces.
Desde bien pequeño, Josep Maria Baiges se cultivó en el arte. La música era una cuestión familiar y, en su calle Major, la guitarra era la banda sonora de cada noche estival. Con una voz prodigiosa, lideró orquestas, compuso zarzuelas y sardanas, y se llevó, con su hermano, el concurso En busca de estrellas, el Operación Triunfo de la década de 1950.
Su nombre llegó a compartir titulares con Salvador Dalí. Los dos inimitables artistas ilustraron el Sant Crist visto con altura, con idéntica perspectiva. En vez de acusar el faro del surrealismo de plagio, Baiges, admirador de su homólogo, mantuvo que todo había sido «una extraordinaria coincidencia».
Como sardanista, Baiges es el padre de Peret Ganxet, convertida en un himno. Su última pieza fue De Reus, la rosa. Estrenada en septiembre de 1991, fue grabada por su hijo, cuando el artista tenía la salud delicada. «Con una ilusión propia de una criatura, la hizo oír a todo el mundo», recuerda Josep Baiges. Se cree que el gozo le alargó la vida.