Francisco Zapater: «Si no hubiera abogados, las sociedades serían ingobernables»
En más de cuarenta años, los habitantes de Tarragona ciudad han aumentado un 40% y los juzgados un 700%, según expone al abogado
—En el último Barómetro del Consejo Superior de la Abogacía Española, los abogados obtienen una nota muy elevada con respecto a la confianza ciudadana. ¿Como profesional del sector cuál es su percepción?
—Normalmente el abogado, por el hecho de que habla mucho, se tiene la percepción que es poco fiable. Ahora bien, pienso que si no hubiera abogados, las sociedades serían ingobernables, es decir, los abogados en los despachos solucionamos, por vía de negociaciones, gran cantidad de problemas personales. Somos un poco como bomberos de fuegos humanos. Apagamos muchos fuegos humanos en los despachos y evitamos que ocurran juicios, porque un juicio para las personas es como una guerra para un país y, si este juicio es entre parientes, esta guerra es civil. Así pues, la primera norma que tiene que tener el abogado es evitar los litigios.
—Los abogados tienen que tener nociones de psicología, en tanto que tratan con problemas sociales?
—Hace 35 años que estoy a la profesión, más 8 años trabajando en la justicia, y tengo que decir que he aprendido tanta psicología como derecho. El abogado, además de experto en derecho, es un estratega al gestionar conflictos.
—Es posible que la ciudadanía tenga un concepto equívoco de la profesión?
—En términos generales crea desconfianza, pero una vez el cliente visita al abogado, es muy probable que ambos acaben como amigos, porque ocurre una relación estrecha durante el tiempo que dura el litigio, que normalmente es mucho, pero también el contrario. Los litigios se pueden ganar, perder o acabar empatados. La clave para los abogados es jugar aquellos litigios en que hay posibilidades de ganar; si no puedes ganar, hay que encontrar un acuerdo previo para evitar el juicio.
—En el Barómetro del Consejo Superior de la Abogacía Española también se valora la percepción de la ciudadanía de la justicia; y en este sentido, la nota es mala. ¿Cómo está la justicia en términos generales y, en concreto en la demarcación de Tarragona?
—En todos los años que llevo en la profesión, he llegado a la conclusión de que la justicia nunca ha funcionado, no funciona y no funcionará. Me explico. La justicia no da votos ni saca poltronas. Un ciudadano acude a la justicia un par de golpes a lo largo de su vida, cuando se divorcia o cuando ha sido testigo de algún accidente, por lo tanto no es una de sus preocupaciones. Los políticos, que son los que elaboran los presupuestos en función de las prioridades ciudadanas, siempre han dejado la justicia en la cola de todo. Por lo tanto, esta no se ha solucionado nunca. Yo he visto pasar a muchos ministros de Justicia que han prometido arreglar la justicia y no lo han hecho, más que nada porque si la justicia es muy eficaz, puede buscarle las cosquillas al poder político, y en este no le interesa. Con respecto a Tarragona, el año 1972 había 3 juzgados y la ciudad tenía unos 100.000 habitantes y actualmente hay 21 juzgados y hay 140.000 habitantes. Eso se traduce que la población ha crecido un 40% en estos cuarenta años, mientras que el número de juzgados ha aumentado un 700%. Estas cifras se explican porque ahora la gente reclama mucho más sus derechos que en tiempo de Franco, ya que la ciudadanía procuraba no ponerse en ningún revuelo. Actualmente, la sociedad está inquieta, está crispada y al fin y al cabo se producen fricciones entre las personas, que si no se apagan, acaban en los juzgados.
—Ante este estado de la sociedad, cuáles son los temas que se tratan más en los bufetes de abogados, y en el suyo en concreto?
—En el bufete, nosotros nos dedicamos principalmente a cuestiones de derecho penal y matrimonial, dos ramas del derecho muy traumáticas, porque en una te juegas tu libertad y en el derecho matrimonial, te juegas la estabilidad familiar. Ante nuestra especialidad, hemos visto un incremento de la violencia de género. Ha habido un auge de este tipo de problema, no para que antes no se agrediera o se hiciera menos que ahora, sino que el hecho de que años atrás no se tuviera una autonomía económica, hacía que muchas mujeres aguantaran la violencia de género. Hemos visto un incremento sustancial de casos de violencia de género en estos 10 años, como también los casos de alcoholemia cuando está al volante.
—En Tarragona también se ha incrementado el número de abogados que ejercen en la ciudad?
—Por descontado. La abogacía es una profesión vocacional, muy atractiva y que enamora. Asimismo, es un cajón de sastre, es decir, la carrera de derecho ofrece un gran abanico de salidas profesionales, entre las cuales está la abogacía. En este sentido, a la profesión de abogado entran aquellos a quien les gusta por vocación o los que no han podido ejercer otros roles del campo jurídico. En Tarragona, exactamente no sé cuántos abogados habrá, pero perfectamente pueden ser un millar ejerciendo. La clave de la profesión es que hay un gran número de abogados por el trabajo que hay. Además, también hay otro aspecto esencial, que la sociedad no percibe; y es que la abogacía ha sido nacionalizada.
—En qué sentido, afirma que la abogacía se ha nacionalizado?
—Eso quiere decir que desde hace unos veinte o veinticinco años que se ha nacionalizado la profesión con los turnos de oficio. Según expone la ley, toda persona que cobre menos que el doble del salario mínimo tiene derecho a la justicia gratuita, es decir, a un abogado de oficio. Eso es esencial porque el acceso a la justicia es universal, pero tendría que ir a cargo de la sociedad y no del colectivo de abogados, ya que lo que paga el Estado por|para estos turnos de oficio es una limosna y, por lo tanto, dentro de la profesión hay verdaderos dramas.
—Actualmente hay una tendencia en el ámbito judicial que se denomina «papel cero». ¿Cómo se valora?
—Efectivamente, la vida cambia, nos tenemos que adaptar a las nuevas tecnologías y subir a este tren. Desde el ámbito de la justicia, ha sido un sector que no ha aceptado los cambios. El soporte papel es algo familiar y estamos muy acostumbrados. Con esta iniciativa, se ha dado un paso que consiste que a partir de este año las comunicaciones entre juzgados, abogados y procuradores se haga vía Lexnet y se acabe con el papel. Ahora bien, como suele pasar muchas veces en este país, han puesto un sistema obsoleto y es muy difícil de entender. A pesar de eso, tenemos que superar estos inconvenientes tecnológicos.
— Se ha facilitado información para adaptarse al sistema nuevo de «papel cero»?
—Sí. Se ha facilitado información y se han llevado a cabo charlas, se nos ha facilitado una terminal y estamos en el proceso de adaptarnos. Por otra parte, también entra en juego el factor de la edad, y es que los abogados jóvenes tienen más facilitados para adaptarse estas nuevas plataformas
—Las nuevas tecnologías, cómo han influido en el campo jurídico?
—Las nuevas tecnologías son un gran elemento probatorio tan importante en los juicios que pocos crímenes quedarán impunes con el tiempo, gracias a los avances tecnológicos, como son los teléfonos móviles inteligentes. Asimismo, el ADN es el elemento más importante para conocer la autoría de un crimen. Con el tiempo, cuando vamos a hacer el DNI, junto con nuestra huella, sacarán una muestra nuestra de ADN. De manera tal que cuando se cometa un crimen podrán comprobar, con la base de datos de todos los ciudadanos, la autoría. ¿Esta es una posibilidad que no se contempla actualmente porque va en contra de la intimidad de las personas, pero qué diferencia hay con la huella personal?
«Las nuevas tecnologías como las redes sociales son un gran elemento probatorio en los juicios»
—A finales de año salía una noticia que afirmaba que el catalán estaba poco presente en las sentencias judiciales y, en concreto, la situación se acentuaba en el Campo de Tarragona y las Terres de l'Ebre. ¿Se tendría que potenciar el uso del catalán en el campo jurídico o queda como una anécdota dentro del sector?
—No es una anécdota, es un hecho. En el conjunto de las administraciones públicas, ayuntamientos, diputaciones, el uso del catalán es prácticamente del 90%. En cambio, pasa al revés en los juzgados. ¿Por qué? Porque el castellano lo entiende a todo el mundo, ya que nos encontramos con que no hay jueces catalanes, sino que la mayoría vienen de fuera. Ciertamente hay muy poca presencia de la lengua catalana, a diferencia de otras administraciones públicas.
—Cuál es el futuro de la justicia y de la profesión de la abogacía?
—Yo soy pesimista porque pienso que no hay voluntad política. Lo que creo que se tendría que hacer es buscar elementos disuasivos para no llegar a juicio. Estos elementos son la mentalización de que los juzgados no siempre arreglan las cosas, es más, muchas veces son una experiencia traumática. Hay que intentar mediar y que la sociedad esté menos crispada, más tranquila, sólo así se facilita el entendimiento y la comunicación y se evitan, de esta manera muchos conflictos.