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Uno de los primeros maestros del CEIP Gual Villalbí celebra los 100 años

Joan Serret es mucho querido en Torreforta por|para su implicación en los asuntos del barrio

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El profesor Joan Serret fue durante muchos años, toda una institución en el barrio de Torreforta. Él y muchos de los docentes del CEIP Gual Villalbí (ahora llamadaEscola Torreforta), aparte de realizar su tarea educativa, también se involucraron por completo en la vida social del barrio. «Siempre me había gustado implicarme allí donde fuera a trabajar», comentaba Serret, quién ayer recibió una gran sorpresa inesperada. Antiguos alumnos y compañeros del centro le hicieron un pequeño homenaje en casa, al cumplir los 100 años de vida.

De este siglo, 46 años los pasó a las aulas. Desde el curso 62-63, en las de Torreforta. «Empecé a trabajar con 19 años y hasta que hice 65...», apuntaba al homenajeado. «Él y todos los profesores que al principio levantaron la escuela hicieron grande el barrio de Torreforta. Serret es un ejemplo de trabajo, dignidad y principios,» explicaba José Martínez, antiguo docente de la escuela. Corrían los años 60, «Torreforta era un barrio de dos calles. Todo era gente obrera venida de Andalucía, con mucho interés para que sus hijos pudieran ir a la escuela y aprender. Siempre nos trataron con mucha estima», relataba Maria Lluïsa Rovira, la primera directora del centro.

«Hice más horas de las que se tenían que hacer, nos quedábamos para darles también materias extraescolares», apuntaba emocionado Serret, quien acabó derramando alguna lágrima, al ver reunidos al salón de casa, antiguos amigos y alumnos, reviviendo buenos momentos. «Él era maestro, amigo y conseller. Nos cuidaba y nos trataba como de la familia», explicaban sus exalumnas, Antonia González y Antonia Márquez. De hecho, el centro Gual Villalbí (bautizado de nuevo para eliminar la referencia a este ministro franquista), fue el primer centro educativo público tarraconense al abrir un comedor escolar para facilitar la conciliación laboral a las familias del barrio. «Para poder pagar todos los utensilios de cocina tuvimos que irles a comprar en Andorra. ¡Éramos siete u ocho profesores, con los abrigos llenos de platos y cosas de cocina, para poder cruzar la aduana sin tener que pagar tanto dinero»!, recordaba a todos los presentes, risueño, a la primera directora. Y es que los inicios no fueron sencillos: «Al principio, y hasta que no nos construyeron el edificio, teníamos que dar las clases en cuatro pisos que teníamos alquilados en el barrio, y también en la sacristía de la iglesia», explicaba Rovira. «Gracias del Arzobispado, que luchó para que se hiciera la escuela,» recordaba Serret.

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