«Prácticamente no hay bares, la vida social se hace en casa»
El cambrilense hace más de cuatro años que vive en la localidad de Cajamarca y lleva una empresa de promoción inmobiliaria
Aquello que empezó como un viaje para reencontrarse con su padre se convirtió en un cambio de rumbo de vida. El cambrilense Ivan Cordones, de 36 años, hace más de cuatro años que vive en Cajamarca, Perú, y es gerente de su propia empresa de promoción inmobiliaria.
—¿Cómo fue su primera impresión?
—Fue sorprendente ver cómo, en la región más pobre del Perú, podían convivir gente con gran desigualdad económica y social. Se hace extraño ver mujeres mayores descalzas vendiendo cuatro tomates al suelo, en cualquier esquina de la calle, y que justo por la misma calle esté pasando una camioneta todoterreno de último modelo. A la vez, sorprende ver el calor y la amabilidad de todo el mundo. Ves como gente que no tiene casi nada es mucho más feliz que la mayoría de nosotros.
—¿Cuáles son las principales diferencias?
—Vivir en Cajamarca supone vivir a 2.700 metros sobre el nivel del mar, en una ciudad que posiblemente se parecería a una ciudad de Extremadura de 1900. No hay que ser millonario para vivir con dos o tres mujeres que trabajen en casa. Es el caso de las familias medias acomodadas. Normalmente, una mujer se ocupa de preparar la comida, otra de la limpieza y una tercera cuida a los niños pequeños.
—¿Los lugares más destacados?
—Aquí el concepto de turismo es diferente del de Cambrils, no está explotado ni una pequeña parte de cómo lo está allí. Cajamarca es la ciudad donde Pizarro capturó y asesinó al líder Inca Atahualpa porque no le dieron el oro que quería. Puedes ver la prisión donde lo cerraron, iglesias típicas de la época colonial y los baños del Inca. No os podéis perder el ceviche, el cui o el cerdo hecho a la caja china. Prácticamente no hay bares ni pubs y la vida social se hace en las casas. Si tenéis ganas de juerga, los carnavales valen mucho la pena. Tienes que estar dispuesto a mojarte, pintarte y emborracharte mucho. Aquí no se toma bebida si no es para emborracharse.
—¿Le ha pasado algún hecho curioso?
—Me he casado y he tenido una hija preciosa. La anécdota más sorprendente que he vivido fue ver una manifestación de la comunidad campesina en contra de los proyectos mineros. Lo hacían con garrotes y machetes en la mano, obligando a cerrar todos los comercios. La ciudad estuvo literalmente asediada durante 15 días, ya que cortaron todas las carreteras de acceso. Es una ciudad con 300.000 habitantes y empezaba a ser difícil comprar los alimentos más imprescindibles. Finalmente, se declaró el Estado de emergencia y dispersaron las manifestaciones con tiros de escopeta en el aire. En una ciudad vecina hubo muertos, fue muy impactante vivirlo de cerca.
—¿Se puede encontrar trabajo?
—Depende del tipo de trabajo que se quiera tener. Los sueldos son mucho más bajos que en España, excepto los cargos altos que acostumbran a estar bien remunerados en las empresas internacionales. Ahora bien, en un país donde hay tanta pobreza es muy difícil que haya paro, ya que siempre existe como último recurso coger una mototaxi o una carretilla y vender fruta por la calle, cosa que en España no está permitido.
—¿Qué costumbre se llevaría?
—El hecho de relacionarse y hacer mucha más vida social en las casas.