«Estoy enamorada de mi casita típica de los Alpes con más de 100 años»
La joven hace casi cuatro meses que trabaja en la House Manager del Kandersteg International Scout Centre
Después de terminar los estudios de Criminología, la joven Ana Vallejo, del Pla de Santa Maria tenía ganas de viajar, conocer gente y aprender idiomas. Involucrada en el mundo del escultismo descubrió el Kandersteg International Scout Centre (KISC) y hace cerca de cuatro meses que trabaja allí.
—¿Cuál fue su primera impresión?
—Lo primero que te llama la atención cuando llegas a Suiza son las montañas y toda la naturaleza que las rodea. El paisaje te deja sin aliento en cualquier momento y cualquier foto que hagas podría ser una postal que encontrarías en un quiosco. Culturalmente también te das cuenta de grandes diferencias y maneras de hacer muy diferentes de nosotros. Este pequeño país tiene cuatro lenguas oficiales, que utilizan en función de la zona donde se encuentran y tradiciones bien diferentes, algunas más próximas a las francesas, otras alemanas y otras italianas.
—¿Fue sorprendente el cambio?
—Ha sido impresionando por el hecho de vivir en un ambiente tan internacional. Lo mejor de todo eso es conocer sus culturas, las maneras de hacer, darte cuenta en qué sentido somos diferentes pero al mismo tiempo darte cuenta de cómo nos parecemos en muchos aspectos.
—¿Por qué a la hora de hacer un proyecto internacional lo vinculó con el escultismo?
—Desde bien pequeña he estado atada al escultismo, primero siendo una de las participantes y después siendo yo la 'jefa' de otros niños y jóvenes. He crecido rodeada de estos hábitos, de los valores que desprenden la tarea que hacemos y de nuestra especial manera de trabajar. El escultismo me ha llevado a ser quien soy ahora mismo y marcharme al extranjero suponía dejarlo un poco de lado. Tener la oportunidad de trabajar en un centro escolta fue una motivación suficiente para dejar mi casa e irme allí.
—¿Cuáles son las principales diferencias?
—Todo el mundo desayuna a las siete y media de la mañana, trabajamos hasta las doce y cenamos a las seis de la tarde. Eso ya hace que el cambio en hábitos y rutinas sea completamente sorprendente y nos tengamos que adaptar de la mejor manera posible. Por ejemplo, hemos establecido la tradición que, a las diez de la noche, cuando todos volvemos a tener hambre, quedamos a la cocina y nos hacemos un bol de cereales. Con respecto a la vivienda, podríamos decir que estoy enamorada de mi casita suiza típica de los Alpes, toda de madera y con más de 100 años de historia.
—¿Cuáles son los lugares más característicos?
—Kandersteg se encuentra al lado de Berna, al final del valle denominado Kandertal y atravesado por el río Kander. Cuando digo al final del valle no estoy exagerando. Somos el último pueblecito de aquí y para llegar al otro pueblo, en el otro lado de las montañas, sólo se puede acceder en tren y cruzando un túnel de más de 14 kilómetros denominado Lötschberg. Mi lugar preferido para pasar una tarde relajante es Oeschinensee, un lago en el cual se puede llegar haciendo ruta o subiendo con el teleférico fácilmente. ¡Es un sitio encantador y lleno de paz, pero no en domingo, cuando está lleno de turistas de todas las nacionalidades haciendo fotos! Otra de las cosas más características es la cantidad de refugios de montaña que encuentras en medio de la nada. Puedes estar de ruta cruzando un glaciar a casi 3.000 metros de altura y, de repente, en el punto más inhóspito, un pequeño refugio donde hacen el mejor pastel que hayas probado nunca.
—¿Le ha pasado algún hecho curioso?
—Anécdotas podría explicar muchísimas. Desde disfrutar de fuegos de cabeza con un millar de escoltas, a perder un tren y acabar en el otro lado de las montañas o ser perseguidos por una vaca en intentar cruzar el prado donde estaba paciendo tranquilamente. Ahora bien, lo que más me ha gustado ha sido poder conocer a tantísima gente, sin dejar de aprender cada día.
—¿Qué destacaría de la manera de trabajar?
—Trabajamos en equipo, todo lo hacemos entre todos y disfrutamos de nuestro trabajo al máximo. Somos un equipo de voluntarios bastante grande, llegando a ser unos 90 trabajando en días concretos como el día nacional suizo y el aniversario del escultismo. Destacaría que nuestra mejor calidad sería el proceso de adaptación que hacemos en nuestro día a día. Trabajar coordinando grupos de personas de nacionalidades bien diferentes no es fácil. Hace poco trabajé con una chica británica, un chico de Taiwán, un colombiano, una chica danesa y un portugués.