Flores en el mar para honrar a los familiares difuntos de una forma diferente

Las calas de Tarragona y de los municipios costeros de los alrededores se llenaron ayer de un olor y un color diferente de los habituales. Decenas de personas optaron por honrar a sus difuntos –la mayoría incinerados y derramados en aquel mismo lugar– lanzando flores en el agua. El tradicional nicho da paso a la inmensidad del mar. «Mi marido tenía muy claro que quería que sus cenizas fueran a parar al mar, y creíamos que era bonito respetarlo. Ahora vengo tres veces al año a hacerlo», apuntaba a Rosa Aznar instantes antes de soltar en la Punta Grossa –entre el Miracle y la Arrabassada– tres claveles rojos, «la flor que más le gustaba a él», puntualizaba. Lo hacía acompañada de su hija Amanda, y de su nieto Izan, de 6 años.

Como ellos, muchos otros. «En el cementerio sabes que los restos están allí, pero dejarlo al mar era su deseo, en cuanto|así que venimos cada año a hacerlo», explicaban Roser y la Sandra, madre e hija, un poco temerosas por el gran desnivel del acantilado. También se acercaba la Daniela de tres años, con un manojo de margaritas amarillas en memoria de su abuela, bien cogida por su padre, Dani Cervantes. La docena de claveles rojos y blancos de Roser, y las llamativas margaritas se quedaron un buen rato flotante a su delantera. El mar ayer estaba en calma.

Con todo, había quien honraba a sus difuntos con cierto temor: «Dicen que ya está prohibido tirar flores al mar. Yo vengo y lo hago rápido, después me quedo recordando», decía una mujer mayor.